El torneo de OFI que acaba de finalizar quedó en la mejor historia y será recordado como “el campeonato de la lluvia”, “el día que la gente no cabía” o “la vez que Soriano le hizo tres a Paysandú”.
Es que aquellos que conservan en sus retinas imágenes de otros tiempos se sumieron en un nostálgico retrato donde asomaron las caras, los gestos, las anécdotas y las vivencias de tiempos de triunfo que no fueron muchos y acaso por espaciados tan celebrados.
En los rostros de los niños suele decirse que está siempre la realidad y la máquina de medir felicidad. Esos pequeños que conforman la legión de babys fútbol vieron por vez primera tribunas repletas, y el rugido que se desprende cuando la magia del fútbol hace que el balón toque la red. Es un momento único, irrepetible coronado por las imágenes donde el flash de los fotógrafos parece autenticar el instante en que está ocurriendo. Los brazos en alto, el humo y el sonido de los petardos completan el cuadro que los celulares buscan atrapar para atesorarlos en cada familia.
Se llega a esto de vez en cuando, porque es muy difícil y para ello se tienen que conjugar varios componentes. Y todo empieza por el orden organizativo, las buenas bases, la seriedad de los emprendimientos y la buena disposición de todos. (Todos no, la enorme mayoría).
Porque en el largo trayecto que va desde el primer partido del torneo local hasta la elección del técnico se tejen celos, envidias, negativismos y posturas radicalizadas propias de personas que no merecerían un lugar entre los demás pero igualmente hay que respetarles el derecho.
Todo emprendimiento tiene complejidades y de esas complejidades se alimentan algunos. Pero el resto disfruta, festeja, se regocija y valora el buen trabajo de dirigentes y jugadores, los apuntala y los abraza.
En Pablo Marrero unificamos todos los aciertos directrices, en Pica Pérez toda la estrategia futbolística y en Waltercito, todo lo ocurrido en los partidos y en las prácticas, algunas de ellas en jornadas de calor insoportable.
Y a medida que el grupo fue subiendo escalones aparecieron otros escollos como las sanciones de OFI, las incertidumbres con el manejo de las parcialidades, las dificultades para entrenar y hasta la lluvia que en las instancias claves se empecinó en querer arruinar las fiestas.
Y esos tres goles que parecieron venidos del talento heredado de aquellos protagonistas de antaño, se vivieron como casi irreales, mágicos y por eso mismo valorados, porque quienes son cracks lo demuestran en las difíciles.
Estas tierras siguen dando valores de los buenos incluyendo a Río Negro que estuvo en las últimas finales en las que volvieron a vivirse imágenes de los Litorales de antaño.
Aquí hay que felicitar a muchísimos y no se puede hacerlo uno por uno; todos hicieron lo suyo en las familias, en los preparativos, la administración, la alimentación, traslados, custodia apoyos de toda índole. Ahora vendrán los homenajes. Y merecidos por cierto.