"Tenemos que ir acostumbrándonos a cambiar nuestras costumbres puesto que los veranos serán cada día más duros” sostuvo ayer uno de los pronosticadores al referirse al presente febrero que transcurre con récords. La intolerable temperatura se abate sobre las calcinantes tardes y vuelve a sacar a luz la necesidad de soluciones. Se trata de idear formas de atenuar los efectos modificando los horarios de funcionamiento de los comercios una medida que tarde o temprano terminará por aplicarse, aunque tenga resistencia.
En las ciudades donde el régimen ya se aplicó, hubo que pasar por la necesidad de adaptación abriendo en las últimas horas de la tarde para escapar de los rayos del sol.
Las tardes muestran una realidad absurda: calles totalmente desiertas y comercios vacíos que cierran sus puertas precisamente cuando la gente comienza a salir de sus refugios.
Pero el problema no está en las decisiones de la gente sino en las autoridades que son las que pueden (y deberían) hacer las modificaciones en las oficinas centrales, bancos, y organismos a los que el público necesariamente tiene que concurrir.
Así fue que, (conscientes de que era lo mejor) otras ciudades tomaron la posta y en poco tiempo descubrieron que los beneficios se compartieron entre todos.
Febrero se transformó en un mes de ventas “cero” en las tardes y fueron las mañanas las que salvaron la economía de la gran mayoría de los comerciantes.
Estos días el panorama era tan desolador que angustiaba ver las miradas de las empleadas añorando la playa a la espera de que algún errático cliente cruzara la puerta del comercio.
Este juego del “abro cuando no estás y cierro cuando llegas” perjudicó por igual a empresarios y clientes atribuyéndole al clima la razón de todos los males que sin embargo tienen solución.
Pero (vale reiterarlo) el cambio no vendrá solo. Se necesita de una decisión oficial que incluya a algunos bancos que, aferrados a costumbres sin lógica, obligan al suplicio.
Volviendo a las palabras de los meteorólogos, el clima cambió y el mundo también. Es cosa de entenderlo.