XVI – Después de Las Piedras
En los últimos días de mayo y principios de junio de 1811 la actividad de Artigas, en las tiendas levantadas precariamente y techadas con cueros y en ranchos en el Cerrito donde ubicó su campamento, es múltiple dando y recibiendo órdenes, redactando partes e inventarios de efectos tomados a los vencidos en Las Piedras, desde piezas de artillería y pertrechos de guerra hasta toscas armas inútiles y chuzas enastadas.
Da cuenta también a la Junta Gubernativa de Buenos Aires de todo lo encontrado en el Hospital que tenían los enemigos en aquel paraje a su disposición. Detalla así aguas, sales, polvos, unguentos, vendajes, lienzos, envases y hasta un cajón con instrumentos de cirugía. Sus superiores le ordenan entregarlos al Hospital del ejército.
Mientras tanto, los numerosos prisioneros tomados en aquella batalla son conducidos penosamente por los senderos que comunicaban los distintos parajes hacia lugares seguros, lejos de las posibles represalias de los realistas y en previsión de la llegada de tropas portuguesas que aquellos habían llamado en su auxilio, de las que tenían noticias de que ya habían penetrado en la Banda Oriental.
El destino de aquellos, establecido por la Junta de Buenos Aires, era recluirlos en los Fortines de Melincué y Mercedes en la Provincia de Santa Fe, cuya Junta Subalterna los había recibidos entregados por el Capitán de Milicias Juan Suárez, acompañados de una fuerte custodia.
Gobernadores y Comandantes de los distintos sitios por donde pasaba la caravana de prisioneros en viaje hacia los destinos indicados, vamos conociendo que el derrotero se prolongó durante largo tiempo, tomando en consideración lo difícil de trajinar por los distintos parajes, vadeando arroyos y ríos. Expuestos a ataques de partidas sueltas y soportando el rigor de la estación más cruda, ya que esa peripecia se extendió hasta fines de agosto de aquel año.
De aquellas comunicaciones vemos que van quedando por el camino numerosos prisioneros enfermos y heridos que son atendidos y contemplados, quedando algunos en Concepción del Uruguay, en Santa Fe y en Nogoyá, mientras que otros, varios, han perecido ahogados al cruzar el Río Gualeguay. Otros más afortunados han logrado huir y los 146 que arriban a aquel destino son distribuidos entre aquellos fortines y el La Carlota.
Debemos pensar en lo difícil que era en aquella época hacerse cargo de, no sólo la custodia, sino también de la alimentación y la debida atención que merecían aquellos desgraciados prisioneros en la condición en que se hallaban.
Los fuertes o fortines eran pequeños puestos de avanzada, erigidos para contener a los indios en sus tropelías en las orillas de lo que se consideraba “el Desierto” que hoy serían las pampas argentinas. Sus guarniciones eran muy escasas y menores aún sus comodidades, careciendo de todo elemento que propendiera a una vida relativamente pasable.
Es de imaginarse la desesperación y precaución que debieron tomar quienes estaban a cargo de aquellos fortines, pues carecían de personal, lo que se refleja en el pedido que hace el Comandante del Fuerte de Melincué, solicitando 25 hombres armados para aquel control, pues los escasos 25 que comanda no son ni siquiera escasamente suficientes para su custodia; menciona también que no tiene ninguna habitación donde colocarlos y que carece casi por completo de armas, pidiendo que se le envíen algunas.
En otra nota, el Comandante de la Frontera de Luján , la que enviara a sus superiores, pregunta cómo ha de hacer para alimentar a los que quedarían prisioneros allí, los que no tienen dinero, están prácticamente desnudos y la estación del año es la más cruel para soportar los fríos del invierno.
Es esta otra cara de la guerra, de la que generalmente no se habla, pero que tiene su influencia en el trámite de la misma, pues parte de los integrantes de cada bando deben destinarse a atender esas cargas que son producto de las mismas contiendas.
En el ínterin, el primero de junio de aquel año 1811 comienza Rondeau, recién arribado a ese punto (Arroyo Miguelete), a dar sus disposiciones para organizar el ejército sitiador.