La vida de las personas suele transcurrir entre cuestiones rutinarias y ciertos aspectos que se salen de ella, por ejemplo el estudiante que acude a clases todos los días, pero cada cierto tiempo surgen eventos particulares como puede ser una prueba de evaluación importante, que se sale de lo rutinario, tiene especial relevancia, y presenta retos, es un escollo que se debe superar si se pretende seguir avanzando.
De forma consciente o inconsciente nos vamos planteando desafíos, que de cierta forma le van dando color y calor a la vida, si todo fuera solo rutina, todos los días “normales”, sería muy aburrido al fin de cuentas.
Al momento de enfrentarnos a un desafío particular, desde una examen, una entrevista de trabajo, o incluso una carrera 10k, es muy común escuchar entre nosotros frases de aliento como “buena suerte”, o “mucha suerte”, nunca nos cuestionarnos el fondo de la cuestión porque queda clara la intención del dicente, en el sentido que nos pretende alentar y desea que logremos tener éxito en el próximo emprendimiento.
La suerte por definición depende del azar, tiene mucho de casualidad, sin embargo, como dice la frase popular, a la suerte hay que ayudarla, en el sentido contrario también se puede “llamar” a la mala suerte, si uno va en el medio de una tormenta eléctrica vestido de blanco en un caballo blanco atravesando un campo sin árboles, y muere frito por un rayo, sin dudas ha tenido “mala suerte”, pero también parece ser que hizo algún merito al respecto. (tengo serias dudas acerca de si existe prueba científica que el color blanco atrae rayos, pero es un conocido mito urbano y le agrega dramatismo).
Ningún escollo se supera solo por la suerte, no se salva un examen por azar, sino que para lograr el éxito final juegan una serie importante de factores, algunos exógenos, pero sin dudas el esfuerzo, la dedicación, la persistencia, y la resiliencia de la persona, son cualidades que afectan de manera muy importante el resultado final del emprendimiento, sea el que sea.
Otro ejemplo claro lo vimos recientemente con el mundial de fútbol, nadie gana una copa mundial solo por la suerte, el largo camino recorrido por la selección Argentina es una clara prueba de ello, superaron dificultades de todo tipo, varias finales perdidas, pero siempre con el objetivo claro, con liderazgos fuertes dentro y fuera de la cancha, con humildad, con cohesión de grupo, a puro carácter y enorme categoría.
Veía hace poco una entrevista a Cristiano Ronaldo donde hablaba que sus hijos son diferentes a los jóvenes de su generación, decía que les falta “hambre”, luchar y sufrir en la diaria para lograr sus metas. Traído a la realidad uruguaya, lamentablemente me toca comprobar en las aulas que las nuevas generaciones, que sin dudas tienen aspectos mucho mejores que las nuestras, en general adolecen de mucho de esto que vengo hablando, no son conscientes del valor del esfuerzo, se frustran rápidamente, esperan que les den las cosas servidas, y culpan a otros de sus fracasos. Reclaman sus derechos, lo cual está perfecto, pero son indulgentes con sus obligaciones.
Tenemos mucho al alcance de un click, demasiado, lo que demanda esfuerzo y dedicación se evita, corremos riesgo de estar en las etapas embromadas del ciclo representado en una frase que hizo conocida el escritor M. Hopf “Los tiempos difíciles crean hombres fuertes, los hombres fuertes crean tiempos fáciles, los tiempos fáciles crean hombres débiles, los hombres débiles crean tiempos difíciles”.
No deseemos suerte sino éxitos, porque el éxito demanda preparación, y para ello es necesario el esfuerzo, y si pusimos lo máximo de nosotros para lograr el objetivo que fuere, si no logramos alcanzarlo no nos frustrará, sino que nos hará volver a intentarlo pero mejor preparados para superar esa meta.
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