III - Encuentros, tomas de Mercedes y de Villa Soriano
Dentro de los sucesos que desencadenaron los hechos que estamos conmemorando, entre otros, debemos hacer mención a que, como sucedía habitualmente, en la misa que se realizó el domingo 24 de febrero de 1811 en el templo de la Capilla Nueva, se hizo conocer por el cura oficiante, que el Virrey Elío había declarado la guerra a la Junta de Buenos Aires.
Como dijimos en la nota anterior, los curas intervenían, ante la falta de otro medio de comunicación, en hacer conocer las más importantes noticias producidas a nivel del territorio todo, como también las que provenían de otros puntos del Virreynato y del viejo mundo, aunque en estos casos con larga tardanza. Para ello se valían de los sermones y de las conversaciones con los fieles.
En la puerta del templo se colgaban los manifiestos, ordenanzas, noticias, como también por ese medio se anunciaban remates, ejecuciones o realización de celebraciones especiales a realizarse días después.
Era pues el templo, “la oficina telegráfica” de la época y aunque no eran muchos los que sabían leer y escribir, se congregaban allí, tanto los españolistas como los criollos, quienes ya tenían ánimo de sacudir sus cadenas.
Pues bien, conocida la noticia de la guerra declarada por Montevideo (lugar donde se había establecido Elío) y en donde se concentraban las fuerzas militares realistas protegidas por sus fuertes murallas, los comerciantes, estancieros y militares que formaban parte del vecindario capillero (ó mercedario) y que simpatizaban por supuesto con Elío, se manifestaron alegremente, tirando al aire sus sombreros y dando gritos contra … “la Inicua y Monstruosa Junta de Buenos Aires y contra todos sus aliados”.
Mientras los criollos que participaban de la celebración religiosa (en aquella misa), muchos de los cuales ya habían sido alertados de que sólo se esperaba el momento propicio para dar principio a las hostilidades, consideraron como una afrenta esas manifestaciones de júbilo de los realistas y encendieron en ellos con más fuerza, el deseo de llevar adelante lo que se había planeado desde largo tiempo.
Todo esto lo comenta Justo Correa en su “Relación” y allí establece que ya era imposible contener el entusiasmo, ardor y deseos de arremeter que tenían los que hasta ese momento había podido contener Pedro Viera y que ya marchaban hacia el sitio convenido para agruparse, que lo era en las márgenes del arroyo Asencio, congregándose allí unos 300 hombres. Los sucesos posteriores son conocidos, comentándose el ardid para engañar a las partidas que salieron en su búsqueda desde nuestro pueblo, las escaramuzas y el resultado de ese encontronazo que ya comentamos.
Reducidos los blandengues y quienes los acompañaban se produce aquí el cambio de bando de varios de ellos y aparece entonces la figura del Alférez Ramón Fernández, hombre valiente y hábil, quien a poco está al frente de parte de las fuerzas, recibiendo escritos, firmándolos y mandando los chasques con destino a Buenos Aires comunicando a la Junta las novedades, quedando ante aquella como uno de los propulsores e instigadores del Grito de Asencio.
Producida la entrega del pueblo por las autoridades que lo eran : el Comandante Agustín de la Rosa y el Alcalde Mariano Vega, queda al mando el mismo Justo Correa, quien emite entonces sus “Instrucciones”, las que se entregan a cada Jefe de las demás divisiones, mientras que Pedro Viera y Venancio Benavídez se dirigen hacia Villa Soriano con poco más de 100 hombres, población que toman sin resistencia del Cabildo que era la autoridad de aquella población.
Se producen aquí las primeras disensiones, no gustando a Venancio Benavídez algunas disposiciones que tomara Viera respecto a la forma de organizar aquel pueblo y regresa entonces aquel, inmediatamente al Pueblo de Mercedes.
Mientras Correa sigue organizando sus fuerzas en previsión de un ataque que proviniendo de Montevideo tratase de reconquistar estos puntos. Manda entonces enviados a Buenos Aires, pide refuerzos de tropas que sabe se encuentran en el litoral del Río Uruguay y redacta aquellas Instrucciones que considera imprescindibles cumplir.
Algunas de ellas no son tampoco del agrado de Viera, quien se demora entonces varios días en Villa Soriano. A su regreso a la Villa de Mercedes encierra nuevamente a los españoles, que estaban bajo observación por sus ideas de resistencia, en el sitio que hemos indicado anteriormente y se producen diferencias entre quienes querían que se les liberara y quienes pretendían esperar órdenes de la Junta de Buenos Aires, estando Correa entre estos últimos. En próxima nota detallaremos las mismas.