El invierno va quedando atrás, parece que los días más largos y lindos van cambiando el talante de la naturaleza, las praderas lucen más verdes, el trinar de las aves se siente más enérgico, a la veda del camino se ven los corderitos recién paridos que corretean alrededor de sus madres, en fin, el bienvenido renacer de cada primavera, pero parece ser que éste año en particular tiene un gustito especial, una relevancia mayor, porque éste otoño e invierno si bien no fueron excepcionales en lo meteorológico, vaya si lo fueron en otros aspectos.
Después de varios meses de comenzados los efectos de la Pandemia, más allá que los bailarines nostálgicos éste 24 de Agosto debieron quedarse en casa, en nuestro país podemos ver a los niños yendo y viniendo de las Escuelas, las actividades socio culturales van resurgiendo, y la actividad comercial va cobrando fuerza. Sea por el éxito de nuestras conductas, sea por lo hecho por el Gobierno, sea por la suerte, o por lo que fuere, los números de contagios diarios reafirman que el riesgo en la salud es muy bajo, y mirando alrededor, eso no es menor.
Sin embargo, el solcito del mediodía que nos arropa no debe hacernos olvidar la tamaña tarea que tenemos por delante, aún los efectos económicos no se han visto en su total magnitud, aún estamos acomodando el cuerpo, los daños finales están lejos de verse en plenitud. Debemos recordar que antes que comenzaran los días grises el país ya venía con serios problemas, el barco no estaba aún escorado pero hacía agua desde hacía tiempo, en recesión económica, con aumento de la pobreza, con aumento de la delincuencia, con aumento del desempleo, con baja sostenida en la inversión, con Déficit Fiscal alto y creciente, y para colmo la nueva tripulación no se había acomodado, el nuevo Capitán casi que no había tomado el timón, y se nos vino el tsunami. La indudable buena madera de la que estamos hechos y ciertas fortalezas construidas han contribuido a poder campear la marejada más grande.
Suponiendo que sigamos recuperándonos, que cuanto antes se retome la cuasi normalidad de la actividad, y lógicamente una vez estemos seguros que el barco no se va a pique, y que ningún uruguayo se ahogue, para paliar el descalabro y retomar la senda hacia el crecimiento, desde el punto económico se podría resumir que hay dos rumbos posibles, que algunos insisten en calificar hacia la izquierda o hacia la derecha, por lo que en principio se plantean antagónicos.
El primero podría resumirse en inyectar capital en la economía sea como sea, poner plata para decirlo coloquialmente, pero en la medida que, al menos en el corto plazo, no es posible generarlo genuinamente, habrían dos formas de lograrlo, o tomando deudas, o emitiendo dinero. Argentina es un ejemplo en éste camino, quizás extremo por la situación deplorable de su economía, pero en la medida que ni siquiera puede tomar préstamos (ya nadie le presta), ha pateado para adelante el pago de su tremenda deuda con el FMI y está emitiendo billetes para mover la economía, si bien en el cortísimo plazo con ello se logran efectos positivos, se pagan salarios públicos y planes sociales, e incluso financia obra pública, genera muchas distorsiones, la más grave obviamente es que genera inflación, el dinero pierde valor de forma exponencial y entonces se produce un círculo vicioso de nunca acabar. En Uruguay no tenemos la inflación de Argentina, ni de Venezuela, pero somos los terceros cómodos de América con más del 10 % de inflación anual, cuando el resto de los países en promedio tiene 3 %. En nuestro país la opción de tomar deudas es viable, y sin dudas preferible a emitir, pero debemos recordar que el año pasado se pagaron 2 mil millones de dólares de intereses, digamos que perdemos 20 Antel Arena por año, y si sumamos el Déficit Fiscal previsto de 6.5%, sobran los comentarios en cuanto al riesgo de seguir endeudándonos.
El otro rumbo implica buscar la reactivación pero de otra forma, que podríamos calificar de más genuina y sustentable en el tiempo, que pasa básicamente por generar las condiciones para aumentar la inversión y de esa forma generar empleo, que las pequeñas empresas sobrevivan y crezcan, que vuelva la inversión extranjera, en definitiva que el dinero que mueva la economía sea generado por el trabajo de las personas. Lógicamente es un camino más largo, los efectos no serán inmediatos, y por ende más difícil de llevar adelante en el contexto actual, y al igual que el rumbo anterior, también requiere renuncias del Estado generando políticas activas en ese sentido.
En momentos que el Parlamento se dispone a discutir el Presupuesto Quinquenal, parece sencillo pedir y exigir dinero para esto y para aquello, y lógicamente nadie quiere que se toque su bolsillo, pero no hay magia posible, o el dinero se genera con ingresos genuinos con aumento del Producto (PBI) o se pide prestado, quizás en la combinación de las opciones esté el rumbo adecuado, tomando las deudas imprescindibles y haciendo sacrificios fiscales para generar desarrollo. Debe ser un camino que, atendiendo las urgencias, evite los populismos, inteligente, viable y sobre todo sustentable en el tiempo.
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