Hace más de 90 años, casi 95 que, como lo hacían habitualmente, un grupo de jóvenes se reunía aprovechando las horas de menor canícula de un agobiante día veraniego, en un espacio frente a las vidrieras del Café Sportman, alrededor de varias mesas sorbiendo refrescos para aplacar la calurosa sensación que provocaba esa pesada estación.

Como era habitual entonces, la mayoría de ellos lucían trajes, chalecos, corbatas y altos zapatos o botines, propios de ese tiempo. 

Pero entre ellos discutían sobre la temperatura, las noticias del momento, el deporte en el que se destacaba el triunfo de la selección uruguaya de fútbol en la Olimpíada de 1924 en Colombes, triunfo que aún repercutía en sus jóvenes mentes,  pensando varios de ellos en imitar el esfuerzo de aquellos esforzados jugadores.

Otros tenían objetivos más al alcance de nuestro suelo, pensando en refrescarse o en intentar algún deporte relacionado con las aguas del Río Negro, un lugar más que aprovechable y cercano, con poca inversión.

Ya se estaban utilizando sus aguas, sumergiéndose cautelosamente los más audaces en las mismas, enfundados en aquellas mallas enterizas que utilizaban los varones, las que al mojarse duplicaban su peso debido al material de las que estaban confeccionadas. Las damas, debido a la moral que entonces se practicaba, no se atrevían aún a mostrarse de cuerpo entero.

Surge de pronto entre aquellos la idea de porque no construir una balsa que podría ser fondeada cerca de la orilla y que sirviera como lugar de esparcimiento, de descanso, para tomar sol (lo que no era habitual entonces) y para arrimar a la misma a sus hermanos menores, vigilándolos en un sitio cercano a la costa.

Recordemos que entonces la orilla era muy barrosa y pedregosa a la vez, poco amigable para caminar o chapotear junto a ella.

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Aquel sitio de reunión de la juventud de entonces, era también concurrido por personas mayores que gustaban aprovechar las últimas horas del día discutiendo de política, comentando lo  ocurrido durante el día o de lo que habían decidido las autoridades en sus últimos acuerdos, ocupando aquellos los pocos espacios dentro de la estrecha sede del Café, aprovechando el poco tiempo en que se disponía de la iluminación eléctrica, la que hacía escaso  tiempo de inaugurada, disputando también partidas de billar o de naipes.

En consecuencia y para no ser interrumpidos, y no molestar a los mayores,  se congregan varios de aquellos jóvenes amantes de la naturaleza y de las aguas del río Negro, en el sótano de aquel  Café, negocio que era  propiedad entonces de Juan Guiray  y que estaba a cargo de Juan Capdevila , ubicado sobre la antigua calle Montevideo ( Eusebio E. Giménez de hoy ), frente a la Plaza Independencia, decidiendo dar forma a un club para practicar el remo y la natación.

Es así que el 16 de enero de 1925 en el corto espacio de una hora y media y casi por comenzar a sonar las 24 horas de ese día, luego de distintas discusiones, se da forma y se funda un club de remeros en Mercedes.

Eran poco más de una docena de jóvenes dispuestos a aprovechar lo que la naturaleza nos brinda y gracias a su decisión, sin tener nada más que una inspiración y un deseo, logran dar forma a una Institución que hoy a casi 95 años de aquella noche, es emblema y ejemplo dentro del aspecto deportivo y social no sólo de nuestra ciudad sino también de nuestro país.

Casi un año después, reunidos varias veces, se pretende ya el lograr instalarse en una sede fija, ya que hasta entonces se utilizaba una balsa flotante como lugar de encuentro y de práctica rudimentaria de la natación, establecida y fondeada al norte de la Isla del Puerto.

Fueron necesarios 7 años para poder concretar la compra del predio que ocupaba la antigua Jabonería Zamora, arrendada entonces por los hermanos Luis y Guillermo Köster, luego de haber sufrido un recordado incendio que destruyó parte de sus instalaciones.

De ahí en más fueron etapas tras etapas que se iban superando, anexando uno tras otro los deportes que se comenzaban a practicar, pasando del remo y la natación al básquetbol, a las bochas, a la pesca, al frontón de pelota haciendo constar que para lograr el mismo se realizó la última corrida de toros que hubo en nuestra ciudad en 1936.

También se incursionó en los paseos en equinos, cabalgados en las dibujadas calles de la Rambla de entonces por las damas socias, en el tenis, en la aviación, motonáutica, futbol de salón, volleybol, sin descuidar los deportes de salón como gimnasia, judo y demás disciplinas que año a año se van incorporando.

Adquirido el terreno y la construcción existente sobre el mismo, que constituía la vieja Jabonería Zamora, se comienzan una serie de obras para ir adecuando aquellas instalaciones a algo parecido a un club deportivo, demoliéndose parte de la añeja fábrica en 1943 y cristalizando un proyecto  que se formaliza en el correr del año siguiente.

Quienes conocimos el edificio anterior recordamos sus dos pisos, con amplios salones en la planta baja, escaleras a ambos lados por el exterior,  para acceder a los vestuarios de damas y de caballeros, que estaban situados en la planta alta donde también se hallaba la sala de la directiva, terraza y otras dependencias menores.

Debajo salón comedor, bar y otros lugares para distintas actividades.

Se habían respetado algunas reparticiones del antiguo edificio de la Jabonería, aprovechándose para salón de embarcaciones de competencia, cancha de bochas, cocina y demás.

Pero sus distintas directivas fueron siempre tratando de lograr mejoras y ampliaciones que iban requiriendo los nuevos deportes y el incremento incesante de su caudal de asociados.

Recordamos los grandes acontecimientos realizados en la antigua pista de patín al aire libre, utilizada sobre todo en verano como sitio de animados bailes, los que contaban siempre con la actuación de estelares conjuntos orquestales, habiendo desfilado allí reconocidos artistas internacionales, promoviendo reuniones de alto nivel social., bordeando la pista numerosas mesas ocupadas por las familias de los socios e invitados.

Años después se proyecta el nuevo y hermoso edificio actual, amenazado peligrosamente, apenas inaugurado, por la trágica  e inolvidable creciente de 1959, y desde entonces se continúa con el impulso denodado de cada una de las diferentes directivas que se van sucediendo, adecuando los diferentes espacios a las demandas del gran número de asociados con que cuenta la Institución.

Cien años transcurrieron  casi, desde que aquella precaria balsa mecida con el movimiento de las olas del río Negro mostrara su peligrosa inestabilidad, hasta hoy en que el moderno edificio y todo su entorno, conforman un conjunto sólido y firme en el que se moviliza  casi el 10 por ciento de la `población de la ciudad, brindando todas sus comodidades para la actividad deportiva y social que constituye su meta.

No detallaremos aquí los numerosos triunfos obtenidos en sus distintas ramas deportivas, cuyos pergaminos y trofeos colman sus vitrinas, sino que esta nota ha querido destacar esta otra institución pionera en el deporte mercedario.

Permanentemente se está compitiendo a nivel nacional e internacional en una u otra disciplina, logrando siempre superior destaque por el esfuerzo de sus defensores.

En esta fotografía se aprecia que todo el piso inferior de la sede del club se encontraba bajo las aguas.

La hermosa piscina cerrada es concurrida permanentemente por vecinos de todas las edades, realizándose también un encomiable servicio social atendiendo niños y jóvenes de distintos organismos educacionales.

En forma especial queremos destacar un recordado defensor del club, quien superando un lamentable accidente, brindó como nadie su esfuerzo y sacrificio en el deporte que eligiera.

Nos referimos al desaparecido remero y luego director técnico de una generación de jóvenes remeros Roberto Vidal, quien desempeñando sus funciones como operario de la Fábrica Pamer, perdió gran parte de su brazo derecho que fuera apresado por una máquina de aquella empresa.

Ya había defendido la tricolor casaca y superando aquel accidente se dedicó de lleno a seguir practicando su deporte predilecto, supliendo, mediante un sistema de correaje de cuero, la parte del miembro que le faltaba, logrando recordados triunfos nacionales e internacionales, integrando con diferentes compañeros, varias tripulaciones de cuatro y ocho plazas.

Fue después técnico de distintas tripulaciones de remeros que defendieran con éxito la casaca del club.

Traemos este recuerdo, talvez no conocido por muchos, como un homenaje a quien fuera buen amigo y excelente compañero de muchísimos defensores y simpatizantes del club costero.

Operado en Mestre (Italia), Roberto volvió con un aparato constituido por una especie de brazo de cuero que adaptaba perfectamente al remo, permitiéndole realizar los esfuerzos propios de su deporte preferido.

Un destacado esfuerzo individual que sumado a los de tantos defensores del club, lo han llevado a éste al sitial que ostenta.