Los consumidores uruguayos están bebiendo menos refrescos que un tiempo atrás. El mismo fenómeno se replica con el whisky: su demanda ha venido achicándose en los últimos años.
"Bebidas colas y otros refrescos" es la categoría bajo la cual la Dirección General Impositiva (DGI) agrupa al primero de este tipo de bebidas. En 2016 se consumieron 311,7 millones de litros de refrescos, según datos del fisco en base a la declaración de productores nacionales y de importadores. Esto muestra una caída de 5,3% frente al volumen registrado en 2015, cuando se habían manejado 329,3 millones de litros.
La DGI da cuenta de las unidades físicas declaradas para determinar el Impuesto Específico Interno (Imesi).
Esta disminución en el volumen de este tipo de bebidas no es una novedad. Ya en 2015 se había producido un descenso frente al año anterior, que en esa oportunidad había alcanzado al 2,5%.
Una posible explicación es que los hábitos de consumo de las personas han ido modificándose, y ahora están más ávidas por opciones con un menor contenido de azúcar. Esta es una de las causas detrás de la creciente adhesión que han ganado los jugos en los últimos tiempos. Cierto o no —muchos de ellos son ricos en azúcar también— son percibidos como una alternativa más "sana" que los refrescos.
De 2011 para acá, 2014 se coronó como el año en que tributó Imesi el mayor volumen de gaseosa según la información de la DGI: 337,7 millones de litros. De ahí en más, al pasar raya a fin de año las cantidades declaradas siempre fueron inferiores a las que se habían registrado en los 12 meses anteriores.
A dos ritmos
Si se pone la lupa en el whisky, en tanto, el descenso el año pasado en comparación con el anterior fue todavía mayor que el registrado en los refrescos. Mientras que en 2015 los uruguayos habían tomado 6,4 millones de litros de la bebida con la que más se asocia a Escocia, en 2016 esa cifra cayó hasta llegar a 5,7 millones de litros. Entre un año y el otro la brecha llegó a -10,9%.
El que hizo fuerza para que esto sucediera fue el whisky nacional, cuyo consumo se desplomó 40,1% interanual. Frente a los 3,1 millones de litros de 2015, el año pasado solamente se llegó a 1,9 millones de litros de esta bebida producida en suelo nacional.
Por el contrario, el importado sumó volumen: de los 3,2 millones de litros que se habían declarado en 2015 se pasó a 3,8 millones de litros un año después, lo que marca un salto de 17%. De todas maneras, no se puede trazar una tendencia clara al alza o a la baja en ninguno de los dos casos, puesto que el comportamiento tanto del nacional como del importado ha sido zigzagueante en los últimos años.
El whisky uruguayo —que el año pasado sufrió una caída estrepitosa— había tenido en 2015 una expansión frente a 2014 que había llegado a 19,9% (3,1 millones de litros frente a 2,6 millones de litros).
En tanto el importado —cuyo volumen aumentó el año pasado en el país— había experimentado un año antes un desempeño en el sentido opuesto: se había contraído 14,6% (3,2 millones de litros en 2015 en comparación con los 3,8 millones de litros de 2014).
Al igual que en el caso de los refrescos, 2014 fue el año en que se observó el récord reciente de declaración de whisky frente a la DGI: 6,4 millones de litros.
Para llegar a esta cantidad, el nacional contribuyó con 2,6 millones de litros y el importado con 3,8 millones de litros.