Todos los 28 de febrero nos toca recordar un hecho muy importante que configuró, sin dudas, nuestra historia. Observamos atentos los festivales y desfiles militares que tienen lugar este día, así también como numerosos artículos y reseñas sobre los hechos históricos ocurridos. Sin embargo, no debe ser para nosotros un día de simples festejos monótonos, sino que por el contrario, debe convertirse en una instancia reservada a la crítica y al estudio de lo sucedido y sus consecuencias.
El 28 de febrero de 1811 en las cercanías de Mercedes, un grupo de hombres comandados por Pedro José Viera y Venancio Benavidez emprenden una marcha para capturar el poblado antes mencionado, que cae ese mismo día. En las jornadas siguientes los revolucionarios capturan numerosos centros urbanos como El Colla, San José y Colonia del Sacramento.
Estos hechos tuvieron numerosas consecuencias, como por ejemplo, el despertar de una conciencia realmente ‘’revolucionaria’’ en toda la Banda Oriental y la preocupación de la autoridad virreinal asentada en la ciudad de San Felipe y Santiago de Montevideo.
Debemos recordar que en aquellos lejanos primeros años del siglo XIX, lo que denominamos República Oriental del Uruguay formaba parte del Virreinato del Rio de la Plata, constituido en 1776. Es decir, toda la región era una zona controlada por el Reino de España. Aun así, la autoridad española debía competir de manera constante con otras naciones por el control ‘’efectivo’’ de estas tierras.
Corría el año 1806 y la ciudad de Santa María del Buen Aire fundada por Pedro de Mendoza y refundada por Juan de Garay más tarde, era víctima de una invasión por parte de tropas inglesas comandadas por Beresford. De manera sorprendente la ciudad logra repeler la invasión y un año más tarde los ingleses vuelven a desembarcar sus tropas en la costa porteña, provocando las mismas consecuencias: Buenos Aires logro resistir y expulsar a los invasores.
Las noticias de estas victorias militares contra la potencia marítima más importante de aquel entonces, corrieron por toda la región y llegaron a la Banda Oriental. Esto propicio un sentimiento de unión entre la mayoría de los colonos y provoco el nacimiento de una conciencia regional.
Sin embargo, el verdadero desencadenante de la revolución ocurrió a miles de kilómetros del Rio de la Plata, en España. En 1808 las tropas de Napoleón Bonaparte invaden la península ibérica y obligan al rey español a abdicar en favor de José Bonaparte, sucesos conocidos como Abdicaciones de Bayona.
A causa de esto, los españoles, que resistían, comenzaron a formar Juntas, con el propósito de resguardar el poder real hasta la restauración de la monarquía. Este ejemplo fue imitado por las colonias americanas, siendo Buenos Aires la primera en conformar este órgano, el 25 de mayo de 1810 en toda Iberoamérica.
Aunque pueda sorprender, esta fecha debería ser una de las más notables para todos los uruguayos, ya que marca el inicio de una serie de eventos que cambiaran el rumbo de la historia en nuestra región.
Como consecuencia de la revolución de Mayo, el gobierno virreinal se estableció en Montevideo y desde allí comenzó a promulgar una serie de normativas que provoco el descontento en gran parte de la población de la ciudad y de la campaña.
Es entonces, cuando llegamos al Grito de Asencio. Como el lector podrá observar, éste es una consecuencia inmediata de lo ocurrido en Buenos Aires un año antes. De alguna forma u otra los orientales sublevados consideraban oportuno responder al llamado de la Junta y desobedecer al gobierno virreinal de Montevideo.
Este breve repaso sirve para darse cuenta la compleja historia que precede al Grito de Asencio, historia que inicia en España, a miles de kilómetros de distancia, con la abdicación de un rey español a causa de la invasión de un rey francés.
Sin perdernos en el mito y en la pasión, precisamente el día de hoy se festeja la primera insurrección importante en la margen oriental del rio Uruguay, proclamando mayores libertades (no quiere decir independencia) e imitando las acciones emprendidas el 25 de mayo de 1810.
Sin dudas, es un hecho digno de recordar y festejar.