La mayoría de los desaparecidos cuyas fotos ilustraron las pancartas de ayer, tendrían hoy un promedio de 80 años. El tiempo que los separa del momento en que fueron detenidos transcurrió con el mismo silencio que reflejó la actitud de los uruguayos que recorrieron las calles por trigésima vez. Pero antes de la primera marcha ya habían transcurrido otros 10 años que hacen que la distancia sea de 40 años aproximadamente.
“Aún recuerdo cada noche retumbando en mi cabeza los gritos desgarradores que se escuchaban en mi recinto de detención” nos contó alguna vez un amigo de esta casa.
Del mismo modo que el tiempo transcurre sin piedad para cualquiera de nosotros, también lo ha hecho para un grupo cada vez más reducido de testigos directos quienes han tomado la determinación de llevarse a la tumba el secreto de los enterramientos.
¿Qué se gana con eso? Es la pregunta que solamente puede ser respondida si se considera que quienes dieron la orden y quienes la cumplieron se sienten orgullosos de su postura.
Hemos hablado con algunos procurando saber qué pensamiento habita en sus cabezas porque el rencor por fuerte que hubiera sido ya debería haberse aliviado como para dejar paso a la empatía. Después de todo siempre hay un tiempo para perdonar.
Aún así, consideramos que arrojar luz sobre los destinos de muchos uruguayos no tiene demasiadas posibilidades aunque el gobierno sea otro y las ganas también.
Probablemente el intento del año 2000 cuando la creación de la Comisión para la Paz procuró cristalizar la idea de un cierre protegido, fue el que estuvo más cerca de una solución. Ni siquiera la peregrina idea de canjear la libertad total de los detenidos a cambio del dato verdadero ha podido pasar de una intención desesperada.
Queda muy poco tiempo como para esperar un dato certero del que a esta altura se dudará siempre y es muy triste que el Uruguay de la solidaridad, de la unión de todos en torno a la bandera como ha ocurrido en las hazañas futbolísticas, el Uruguay de la ayuda sin pensar mucho, y de la alternancia en el poder entre aplausos no haya sido capaz de evitar que el futuro a esperar sea el de próximas y sucesivas marchas sin resultados.
¿Es que tendremos que vivir con el dolor, la justificación y la culpa?
Vaya final !