La manera más difícil de explicar un hecho es cuando sus componentes son muchos y además están fuertemente entreverados. Nunca pudo saberse si a Kennedy lo mató una o muchas personas, quién dio la órden y porqué se ejecutó. Fue tanto en manoseo, tantas las versiones y tanta la intencionalidad que el hecho terminó siendo una entelequia capaz de cobrar vida propia e instalarse en la historia de la humanidad sobreviviendo a cualquier investigación.
Aquí, nosotros, bien lejos de aquel ejemplo tomado al azar, estamos asistiendo a otro entrevero mayúsculo donde los intereses chocan como bolas de una carambola. Y es que en el afán de dictar justicia con celeridad fueron mezclados una serie de hechos delictivos cometidos por funcionarios municipales, con algunos episodios puntuales que sin configurar delito pusieron al ex intendente donde hoy está. Desentramar cada uno de los episodios es prácticamente imposible a esta altura, sencillamente porque se amalgamaron los hechos en un cocktail mortal.
Quienes miran lo ocurrido desde afuera no lo entienden; no pueden entenderlo. Y además los medios montevideanos que hacen referencia al tema hacen gala de una ignorancia atroz. Pero tienen irónicamente a su favor la carta de la fuerza de su penetración, un poder que bien o mal usado es casi superior al de los propios gobiernos.
El hecho perjudicó a muchos y benefició a otros muchos. Entre estos últimos se cuentan candidatos que sienten que han recuperado chances perdidas, políticos que han quedado con la sangre en el ojo producto de desavenencias ocasionales, vecinos que mastican la rabia de haber visto a otros vecinos alcanzar un trabajo que ellos anhelaban, periodistas que envidian, votantes que no entienden como el caudillismo les deja sin sus anhelos y los típicos resentidos que han sido y seguirán siendo inconformables. Este grupo es verdaderamente grande y si se junta como ahora, ven en ese entusiasmo una suerte de revancha.
De Besozzi pueden decirse muchas cosas, menos que no es una buena persona. Sus dotes de hombre de bien, trabajador sin descanso y dispuesto siempre a dar una mano a sus vecinos, lo ha llevado más de una vez a cometer desprolijidades. Debería haber aprendido en tantos años de gestión que la administración de bienes ajenos impone una conducta que está más allá de los impulsos, de las ganas y hasta de la desesperación. Pero viene de una familia temperamental que le vuelve imposible contener esos impulsos. Seguirá teniendo choques y seguirá sin aprender pese a los golpes.
Los delitos que cometieron un grupo de impresentables, esos sí, verdaderos delincuentes formaron una trama de vergüenza cuyo rechazo comparte toda la sociedad.
Ahora, insinuar que como Intendente estuvo detrás de cada maniobra, es entreverar las cosas de tal modo que, como se dijo más arriba, resulta harto difícil de explicar.
El futuro inmediato discurrirá entre quienes sostienen que la justicia aún tiene la venda bien puesta sobre sus ojos corresponda a quien corresponda y quienes afirman que hubo una evidente intencionalidad en la forma de aplicar la ley. Y será el tiempo el que con su mágica e invisible capacidad termine poniendo las cosas en su lugar.