Una parte de la carga emotiva que caracteriza estos días se apaciguará desde el lunes. Conocidos los resultados se abrirá el camino a la segunda parte del proceso electoral que nos llevará a un nuevo gobierno.
Pero el tema es que el país ha estado y seguirá estando dividido en dos y aún en el caso de que la alternancia en el poder sea la característica del futuro no parecemos capaces de darnos a nosotros mismos un modelo común. Aquello de que las coincidencias deben ser priorizadas sobre las diferencias, se viene abajo cuando la radicalización entra en escena.
“Aquello en lo que creo es lo correcto y conveniente, y lo que opina el otro es malicioso y destructivo” parece ser un slogan metido en cada cabeza de los habitantes llamados a elegir. El hecho de ser chiquitos juega más en contra que a favor y así esperamos el resultado del domingo para saborear una victoria que añoramos aunque un cambio de signo en nada nos perjudique o beneficie porque, a estar por los programas macro de los competidores la economía, la educación, la seguridad y los problemas cotidianos seguirán siendo corridos de atrás y de a uno según la gravedad que presenten.
Unos 15 mil cargos cambiarán de titular. Unos saldrán y otros pasarán a ocuparlos en la administración pública incluyendo parlamentarios y esos sí dependen de las urnas. Para el resto de los habitantes, estaremos a la suerte del gobierno que triunfe, renovando la esperanza de que alguna vez podamos establecer bases que aseguren una buena carretera por la cual circular hacia el y los mañana.
¿Cómo es posible que habiendo gobernado todos los que llegaron alguna vez con propuestas innovadoras de derecha o izquierda, no hayan podido encontrarle la vuelta a la educación? ¿Es que ninguno tenía la receta correcta?
¿Cómo es posible que entre los dos no hayamos logrado terminar con una parte de la pobreza? O asegurarle a los que llegan y a los que se están yendo una realidad que los atienda?
Enumerar los problemas de nuestra tierra es bastante fácil. Se podría hacer una lista completa y prolija, aunque ya existe.
También existen los relevamientos para anotar todo lo que se necesita, ordenados por su urgencia, o de mil maneras, o como dice Benedetti “Por colores, tamaños y promesas/ Por época, por tacto y por sabor”.
El punto es que hay que ponerse de acuerdo en trabajar juntos, ponerse de acuerdo en ceder, aceptar que el otro quizá tiene mucha razón y que apostar por el país nunca arrojará pérdidas.
Así que mañana a la noche al mirar las caravanas de triunfo podremos reflexionar si ganó el que perdió o perdió el que dice haber ganado.