Para un país que hace del fútbol el eje de su existencia y cuya bandera ha flameado más en caravanas deportivas que en actos patrios, el fin de la era Suárez implica la noticia más importante de los últimos veinte años. 2007 había marcado el debut de un jugador salteño que pintaba más que bien y el 13 de octubre cuando eligió la camiseta 9 recibió del loco Abreu la advertencia de que "a esa no la quiere nadie".
El Estadio Santander de Cúcuta marcó el inicio que se confirmó después en el Centenario ante Bolivia, y año tras año en una sucesión de éxitos deportivos que lo fueron convirtiendo en un ídolo de todas las edades.
Esta noche confirmó en conferencia de prensa lo que había trascendido en cuanto a su alejamiento definitivo.
Jugará su último partido el viernes próximo ante Paraguay en el Centenario, que se presume repleto, con una ceremonia previa en la que el jugador recibirá el tributo merecido de dirigentes y aficionados.
Cada vez que Suárez repasó episodios con sus hijos, no pudo evitar quebrarse por la emoción, reconociendo la figura del maestro Tabárez, quien fue uno de los primeros en conocer la noticia del retiro. Confirmó que el abandono del fútbol no obedece ni a lesiones, ni a forma física actual que le puede disminuir el rendimiento, sino que es una decisión tomada con antelación. Un grueso sector de los hinchas quedaron pensando las razones por las cuales en el momento en el que más se le necesita, decide dar un paso al costado, medida altamente comprensible porque el máximo goleador de la historia tiene más que derechos para decidir por sí, tras haber ofrendado lo que nadie antes pudo al prestigio del fútbol uruguayo, dentro y fuera de fronteras.