Los consejeros del Codicen quedaron sorprendidos y descolocados cuando uno de sus integrantes Juan Gabito pateó el tablero manifestándose en contra de la escolarización tal y como la conocemos. Formado en la escuela pública, designado profesor y luego inspector y consejero para apuntalar la educación pública, dio media vuelta y se manifestó partidario de que los niños sean enseñados fuera de la escuela, incluso abandonando uno de los primeros y básicos elementos de la formación del niño: el compromiso de asistir regularmente, base de todo deber, compromiso y responsabilidad.
Cada tanto aparecen estas novelerías incluídos los descreídos de todo, hasta de la ciencia, y como seres irracionales toman el camino de la rebelión, una pose que a algunos parece seducirles. Ahora aparecieron los menonitas con sus ideas rebeldes.
No asistir a clases, negarse a recibir educación sustituyéndola por una que inventan algunas familias cuestionadoras hasta de la forma de la Tierra, es transitar el camino del anarquismo y estar enamorado de la abolición de toda autoridad o jerarquía por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas.
Gabito, usando un disfraz de libertario pero en realidad tratando de sobresalir en una actividad que ya lo dejó a un lado hace tiempo, repite el fogoneo sobre los niños y adolescentes y también sus familias que no precisan nada para subirse al camión de los derechos sin obligaciones, así como antes se propuso que las fechas patrias se conmemoraran de acuerdo a la conveniencia del día libre, o se prefiriera quitar los homenajes patrios.
NO Gabito: la Escuela nunca podrá ser sustituida. Hemos conocido a lo largo de la vida familias dignas de admiración en cuanto a conocimientos, y formación profesional y académica. Y no conocimos un solo caso en que hubieran preferido sustituir las aulas. A lo sumo, apoyaron a los pequeños en sus deberes buscando ser parte de la correcta formación, pero además conscientes de que la escuela es el primer escalón de la socialización que, a diferencia del individualismo, busca igualar a todos en la base de la primera amistad, esa que con los años no se pierde.
Esta postura puesta de manifiesto nada menos que por un jerarca, ofende la memoria de Varela y nos ofende como ciudadanos que nos resistimos a que los valores fundamentales del país se tironeen tomando ideas de algunas zonas del mundo incomparables con nuestra cultura. Por suerte el resto de los consejeros le dijeron que no.