Suele apuntarse a los políticos cuando se habla de hipocresía quizá porque estos están en el centro de la atención ciudadana. Son el blanco de la prensa, los invitados de siempre de todo programa y su visualización es mucho mayor que la del resto de la gente. Pero, ¿solamente la hipocresía está en la política?
Si vamos a los hechos de estos tiempos, es notorio que estamos atomizados por declaraciones, polémicas, acusaciones y esfuerzos por hacer quedar mal al oponente, al punto de que llegamos a la conclusión de que sería mucho más sencillo que dejaran de lado los eufemismos, aceptaran sinceramente que se odian y entraran de lleno a los temas sin andar con vueltas.
No hay una sola declaración de los candidatos como Delgado, Gandini, o Sebastián da Silva que desaprovechen la oportunidad para hablar mal de la izquierda responsabilizándola de todos los males del país.
Y no hay una sola declaración de los candidatos de la izquierda que (a la inversa) no le apliquen la crítica al gobierno de Lacalle Pou empezando por Carolina Cosse, y siguiendo por Fernando Pereira y los dirigentes del PitCnt que pretendiendo ironizar, acusan.
¿Qué se logra con esto? Nada. Sencillamente auto desacreditarse y abrir las puertas del desencanto entre los integrantes del grupo de los que no integran el fanatismo con el agravante que ese grupo es el que finalmente inclinará la balanza entre dos platos bien parejos cuando llegue el día de las urnas.
Hablar de acercamientos y políticas conjuntas y lanzar al mismo tiempo afirmaciones temerarias es creer que la gente común no sabe distinguir entre el razonamiento y la hipocresía. Nos cansan los informativos donde los temas del país son los colores de los globos de un acto, la presencia de un dirigente de izquierda en Punta del Este, lo que le pagaron a una artista, una senda para bicicletas, o si el presidente usó un casco no homologado. En realidad, cansan.
Pero la hipocresía no es patrimonio de los políticos; está también en las actitudes de la gente cuando clama por derechos pero a la vuelta pide una rebajita. O cuando se está atento a la aparición de un curro o cuando se pide cristalinidad de administraciones para luego gestionar un cargo en ellas.
Y es hipócrito también escribir en redes sobre derechos y diversidad sexual y luego concurrir al baile para reírse de ellos. ¿O acaso no ha quedado claro que en voz baja hay una clara burla contra los que se mueven buscando exhibir su supuesto orgullo?
Si en algún momento la llamada IA permitiera leer el pensamiento de los demás, el mundo pegaría un sacudón tan grande que quizá terminaría con la humanidad.
Por algo la evolución humana nos dejó semi discapacitados, como para que busquemos la forma de relacionarnos civilizadamente. Pero los genes de los neandertales parece que fueron muy fuertes. Demasiado.