Es un tema para pasarlo por alto. Pero fiel a la cultura uruguaya, el episodio de ayer se instaló en todas las conversaciones porque así somos: nos encanta el escándalo. Si así no fuera no prosperarían las actividades que se basan en la polémica y en ella echan raíces la política, el fútbol, los programas periodísticos y los concursos de baile. Y de estos la política es lo más preocupante, máximo cuando los protagonistas son el presidente de la república y el candidato con más chance de la oposición.
No era necesario el incidente pero al ocurrir, las aguas se dividieron nuevamente entre los que opinan que por fin Lacalle Pou se decidió a decirle en la cara una verdad incontrastable y la otra mitad que opina que el presidente se salió de tono y por su investidura no le correspondía decir públicamente lo que dijo. En realidad sonó a diálogo de guapitos, esos que se suelen ver después de una fuerte trancada futbolística.
Y tanto le sorprendió a Yamandú Orsi dejándolo sin respuesta que lo transformó en víctima por unos momentos hasta que fue entrevistado por el periodismo busca y redobló la apuesta.
No se demoraron ni Delgado ni Cosse que con mucha menos gracia quisieron también subirse a las ironías, todo ello a la espera de que en los próximos días escuchemos otras opiniones donde buscan micrófono Graciela Bianchi y Sebastián Da Silva entre otros que se auto-consideran poseedores de un léxico cautivador.
¿Y nosotros? ¿Y el pueblo que soporta estoico estas poses triunfalistas sin lograr que les llegue a la política lo que verdaderamente pensamos de ellos? ¿Lo pasamos por alto además de darnos vergüenza ajena?
Hacerlo, sería convalidar estos episodios, más allá de reconocer que el presidente como todo humano tiene derecho a que le duelan acusaciones. Sabiamente el padre de Lacalle Pou había dicho años atrás en relación a la política que “si no te gusta que te pateen las canillas no entres al área”.
Y ha de ser muy duro a cierta altura de la pelea electoral (y con las encuestas como telón de fondo) aguantar el entorno, las redes, los carteles, y las falsedades, algo que vale también para Yamandú que está apareciendo ahora con un tono más batallador que el que mostraba y que le venía dando excelentes réditos.
Metamorfosis que le llaman.