Cuando se apaga la luz, nada de lo que existe se torna visible a los ojos y sentidos. Sin embargo, aún sin luz los objetos siguen existiendo.
La justicia estableció hace décadas el secreto en los sumarios pero con la finalidad exclusiva de que el conocimiento de los hechos podría facilitar al victimario operaciones que pudieren perjudicar a la víctima. En el final del túnel estuvo siempre la misma premisa: llegar a la verdad pura, sin que sea posible ninguna contaminación.
Pero en estos tiempos en que la tecnología facilita totalmente las cosas, acceder a las grabaciones de las instancias de interrogatorios se vuelve un suceso casi normal. A los pocos minutos de finalizar la instancia los medios (algunos por lo menos) transcriben parcial o totalmente los diálogos con una ventaja adicional: conocer énfasis, silencios y pausas que denotan el estado de ánimo de la persona interrogada, más allá del contenido total de sus afirmaciones.
En estas horas tanto el fiscal de Corte como abogados penalistas han estado discutiendo la conveniencia de que se conozca lo ocurrido en el interior de los recintos judiciales y las llamadas “filtraciones” se han puesto de moda, y se proponen diferentes medidas para evitarlas.
Las filtraciones ocurren por una sola razón: es la opinión pública la que demanda saber el contenido de los hechos y son los medios de comunicación los que compiten por satisfacer esas demandas de la gente. Sería mejor poder conocer siempre la verdad en lugar de apagarles la luz, porque ya sabemos que cuando se trata de autoridades las posibilidades de esconder son infinitas.
La duda entonces es si el legislador tenía razones válidas cuando introdujo los mecanismos para dejar las investigaciones a salvaguarda del conocimiento público, cosa que siempre se respetó seguramente porque se consideraron lógicas. Pero de un tiempo a esta parte cada vez que el poder está involucrado las estrategias mejoran. Técnicamente hace mucho tiempo que es posible escuchar a través de las paredes, algo que en los años 60 era patrimonio exclusivo de Superman con su vista de rayos x.
Daniel Haddad uno de los zares de la comunicación argentina se ufanó en una ocasión de tener a su disposición una tecnología norteamericana que hacía posible escuchar desde la vereda de enfrente aunque nunca dijo si llegó a utilizarla. Pero los micrófonos ocultos, y los microchips ya no son privativos únicamente del agente 007. Entonces cabe repensar el tema incluso poniendo sobre la mesa la conveniencia de aplicar el proyecto que propone el ex fiscal Zubía de sancionar a quienes difundan contenidos rozando así el derecho de la libertad de prensa.
Difícil, no?