Después de lo de ayer, dan ganas de dejar el periodismo. Quizá no valga la pena comentar noticias, seguir las novedades de cerca o recibir en casa a dirigentes políticos que de tanto en tanto se acercan para que les prestemos el micrófono o las páginas. Ellos saben que juegan con nuestra inocencia y nosotros preferimos hacernos los inocentes para no faltarles el respeto. Nos educaron en la cortesía y la consideración al otro, en la ética y la conducta del comportamiento (que no es lo mismo que el sometimiento). Ahora bien: ¿qué actitud debemos tomar como formadores de opinión cuando asistimos a episodios como los derivados de esto a lo que se la ha llamado “crisis política”?
Todos a nuestro alrededor coinciden desde hace tiempo en que los ex ministros Heber y Bustillo no han reunido ni reúnen condiciones para el cargo en que han sido colocados. Son, sencillamente mentirosos y en el caso de Heber con el desparpajo de convocar a la prensa para explicaciones como si estuvieran referidas a la tía Josefina esas tías que se lo creían todo. Pero al mismo tiempo pensamos en la cantidad de dirigentes herreristas locales con los que mantenemos larga amistad y que se pueden sentir ofendidos, salvo que puertas adentro tengan la certeza de que no han estado bien representados esta vez. El herrerismo no es eso sino precisamente lo contrario: un ejemplo extendido en el tiempo de honestidad, por supuesto que de la mano del fundador de la corriente que tuvo entre otras virtudes la de oponerse tenazmente a las intenciones de Estados Unidos de instalar una base militar en nuestro suelo, o la del recordado Titito Heber protagonista principalísimo de la defensa de los más altos valores democráticos.
Ayer, la comparecencia ante la prensa de Maciel y Heber fue para auto-elogiarse hablando de cualquier tema, (menos de los que los llevaron a perder sus cargos). No renunciaron: los fueron. Y ni aún así el presidente pudo recomponer un relato convincente. El país entero se siente engañado.
Es cierto que en la vereda de la oposición hubo regocijo. Cada vez que un sector fracasó, el otro lo disfrutó. Allá ellos.
Pero lo que duele es perder la ilusión por parte de aquellos que han creído que con su voto iban a quedar atrás tiempos superados y el país iría encontrando aún por encima de las diferencias el sentido correcto.
Seamos sinceros : de un tiempo a esta parte las noticias internacionales hablan bien de Uruguay y su economía se ha puesto como ejemplo en el ranking de América.
¿Por qué entonces estos parches? ¿Será que nunca le acertaremos?