El llanto desconsolado del pequeño hijo de Luis Suárez simbolizó el sentimiento de los miles de pequeños uruguayos que no pudieron entender por qué ganando se puede perder.
La fantasía, la ilusión, el sano sentimiento que no sabe de trampas, ni de manejos, ni de maniobras interesadas, recibió el aplastante golpe a tanta publicidad, tanto comentario, tantas figuritas y tantas búsquedas en el mapa.
Si los niños no encuentran explicación posible los adultos tampoco. Y como era de prever ahora se trata de encontrar alguien con la mochila suficientemente grande para cargarle las culpas.
¿Hay culpas? Claro que las hay ya que nada ocurre por la sola influencia del Espiritu Santo. Y esta vez las culpas están repartidas y agrupadas por lo que en una compleja articulación de causas hasta los periodistas quedaron desconcertados.
De cualquier manera el último resultado en lo estrictamente deportivo fue alentador ya que se fue construyendo desde un comienzo tan adverso como hubiera sido empezar perdiendo por un penal que no fue o por lo menos que no fue claro.
Pero la gesta de dos manos acertando su objetivo tuvo el privilegio de conmover a la afición como si se tratara de un gol nuestro (que en realidad tiene ese valor).
No extrañaría la reacción parecida a la de tantas gestas de los mundiales antiguos cuando Solé imprimía la frase “el león sacude la melena”.
El equipo buscó pero tarde, tan tarde que demoró dos partidos enteros en darse cuenta. Si es cierto que fueron los jugadores referentes los que terminaron armándole el equipo al técnico está todo dicho.
Aún así fue necesario que la gente exigiera la entrada de jugadores que aparentemente no estaban en los planes iniciales del entrenador, o que cambiara la forma de jugar pasando del irritante juego hacia atrás ante Corea, al pelotazo impensado hacia adelante contra Portugal. ¿Fue el entrenador el que dispuso esas dos sucesivas formas de jugar antagónicas? ¿Fueron los jugadores desoyendo las indicaciones? Cualquiera sea deja un saldo muy negativo en cuanto a la credibilidad. A Tabárez lo echaron por mucho menos. Y aunque se abre una nueva etapa donde todo empieza de cero no sería buena cosa darle pasto a las fieras.
Posiblemente todos se la creyeron, porque antes del debut solamente se hablaba de goleadas. Con semejante manija y la mala costumbre de negar la historia de los demás quitándole méritos porque nunca ganaron un mundial o porque sólo saben hacer televisores, no fue difícil que la realidad nos fuera refregada en la cara.
Es demasiado tarde para las lágrimas, pero no es demasiado tarde para empezar a aprender.