En estos días se están rememorando los acontecimientos relacionados con el 28 de febrero y los movimientos que devengaron en el Grito de Asencio, detallándose con profusión todos los hechos que fueron forjando los sentimientos de libertad y de patria.
Son más que conocidos todos los sucesos que fueron transcurriendo a partir de entonces y se repiten nombres, hechos y hazañas que se fueron sumando para alcanzar aquellos sentimientos.
Muchos de aquellos nombres se repiten con profusión, a cada instante y se ponderan las consecuencias de cada victoria, de cada decisión, de cada resolución militar, económica o administrativa, en pro y bien de la República y por supuesto del departamento.
Y esto nos recuerda lo que en otro órgano de prensa de esta ciudad, hace ya varios lustros, hacíamos referencia en forma especial, pues en la nota a que nos referimos destacábamos la actividad más que silenciosa, callada y tesonera de quienes , cada cual en su actividad, contribuyen con sus oficios a solucionar las necesidades de la sociedad toda, a embellecer sitios o lugares, a colaborar con sus conocimientos y habilidades en destacar detalles que realcen edificios, paseos, monumentos, puentes, etc. aportando con sus diferentes trabajos la armonía necesaria para culminar los mismos.
En esta nota destacaremos el trabajo hermoso y armonioso que un orfebre artístico dejó implantado en nuestra ciudad y también en alguna otra, forjando y dominando los secretos del hierro y de la herrería, asestando, moldeando y combinando los golpes del martillo, el fuelle y el yunque, aportando con su trabajo el esfuerzo y el gusto necesario para dar el toque final a sus obras embelleciendo con las mismas esos lugares.
Nos ocuparemos hoy de don Modesto Caraballo, un personaje callado y trabajador, que en su no muy extensa vida dejó su impronta en numerosos trabajos de muchísimo valor y que pueden, a pesar de ello, no ser apreciados como deberían serlo.
Don Modesto tuvo su lugar de trabajo, su herrería , siguiendo los pasos de su padre, conocido éste como Nicolás Coppola, en una modesta finca ubicada en la esquina noroeste de las calles Rodó y M. Oribe actuales, pero también se desempeñó aquel a las órdenes de destacados Ingenieros, proyectistas y Arquitectos, para dar forma a través de su arte, a diversas figuras moldeadas en el duro hierro, dando novedosas vistas a aberturas y a rejas de ventanas, a portones, con elementos decorativos, ornamentos y complementos apropiados , verdaderamente artísticos.
Bajo las órdenes del Arquitecto Edmundo Souterás, aplicó sus conocimientos en distintos edificios de esta ciudad como la construcción del zaguán y todos los herrajes de la casa que hiciera reformar don Salvador Fuentes, hoy conocida como “Casa Puerta” en calles F. Aldunate e Ituzaingó.
Alzando la vista, encontramos en las dos torres del frente de la Iglesia, hoy Catedral, las dos cruces que rematan las cúpulas de las mismas, encargadas para su confección en 1910 por el Cura Párroco Augusto Rey a don Modesto, dando con ese deseo el impulso final a la construcción de la entonces Iglesia Parroquial de nuestra ciudad, las que lucen airosas dando un toque particular a su estructura.
Años después, en 1927 conjuntamente con otros herreros como José Labella y Testagrossa, entre ellos, realiza bajo las órdenes de una empresa del medio, la alta y larga reja o verja que cierra el armoniosos sitio al frente de la Catedral, con la portada principal y las aberturas pequeñas en cada extremo, conformando un conjunto artístico admirable.
Delicado y hermoso trabajo fue realizado en la verja que cierra el espacio del frente de la hoy Catedral, realzando el mismo edificio.
En la parte religiosa, debemos anotar también la confección de la cruz que remata el campanario de la Capilla de San Juan en calles Ituzaingó y Flores, dándole fin al trabajo de herrería en la edificación realizado bajo las órdenes de Souterás.
En el año 1936 se finaliza la portada del Cementerio de la ciudad, que contiene anexas los dos costados de la misma siendo todo el trabajo de las rejas obra de don Modesto con la colaboración de sus ayudantes Chiecchi y Vallejo, basados en dibujos y proyecto del Ingeniero Molinari, que fuera interpretado fielmente y que realza todo el conjunto de esa entrada al más allá, en ese recinto de recogimiento y recordación de los seres queridos.
También fue el responsable de la confección del portón que por calle 18 de Julio cierra la entrada a la Jefatura de Policía, teniendo esa obra otra categoría, habiendo sido construido durante el período en que don Jorge Sifredi ocupara el cargo de Jefe de la Policía, habiendo compartido ese trabajo con otro acreditado herrero de aquellos tiempos, don Erasmo Rodríguez.
En cambio la gran portada del edificio ubicada sobre la calle hoy Ferreira Aldunate no fue realizada por Caraballo, la que fue enviada, ya confeccionada, desde Montevideo al realizarse la primera reforma de toda la edificación.
Otra obra del constructor Edmundo Souterá, fue el conjunto edilicio ubicado en la zona de Asencio, asiento que fuera de la Escuela Rural Asencio levantada en 1942 y que tuviera también otros destinos, destacándose en ella el trabajo de herrería que también desarrollara allí don Modesto Caraballo.
El portón que cerraba la entrada al Cuartel General Luna por la calle Fregeiro fue también hechura de Caraballo y realizado durante la gestión al frente del mismo del Comandante Zubía.
Hacemos constar que se ha perdido el rastro del destino de ese portón cuando fuera desechado al darle a toda la manzana otra utilización. (Actual Terminal y Shopping).
Pero también en la ciudad de Dolores dejó don Modesto su impronta realizando la herrería completa de la obra a cargo de Souterás, cual fue la ampliación del edificio del Banco de la República de aquella localidad, destacándose entre todo ese primoroso trabajo de rejas en ventanas y demás aberturas, las dos puertas que servían de seguro o ante seguro al tesoro de aquella dependencia.
Otra obra que no se aprecia con la admiración como debería ser, según lo hemos indicado al comienzo de esta nota, es el embellecimiento de la rambla mercedaria, al haber realizado Caraballo, en tres momentos diferentes y a medida que se consideraba necesario y avanzaba la confección y ampliación hacia el este de este hermoso paseo mercedario, emblema de la ciudad, cual fue la extensa baranda que separa la parte de la rivera del río de la zona urbanizada con veredas y de la transformación en avenidas.
La extensa , larga y airosa baranda, decíamos, fue construida en tres tramos diferentes y en distintas épocas: la primera de ella fue realizada entre la “Passarella” (así denominada manifestábamos en aquella nota original, por la influencia italiana en aquel barrio donde se encuentra emplazada) y el Muelle de los Treinta y Tres Orientales.
El segundo tramo se desarrolló entre la misma “passarella” y el propio Puerto o “Muelle Comercio” para proteger a las personas que habían tomado ya como costumbre el pasear en esos lugares y finalmente el tercer tramo se realizó en la extensión hacia el Este, hasta la cañada o zanja “Padilla”, en la desembocadura o boca al norte o final de la calle José P. Varela. Esto último se realizó en tiempos del Ingeniero Tastás Noguer.
No olvidamos tampoco el extenso trabajo realizado en el interior de lo que fuera el Hotel Gamboa o casa de los Miláns, donde también funcionara la Intendencia Municipal en sus primeros tiempos, habiendo confeccionado toda la baranda que protegía el piso alto dando frente al amplio patio, siendo esta otra obra de ponderables virtudes. Este edificio de dos písos se ubicaba en la esquina suroeste de las calles Colón y la hoy Avenida Asencio, habiendo tenido también otros destinos como hotel, restaurant, etc.
Se mencionan también como obras de su autoría los trabajos en los dos balcones de la casa entonces del cura Arribillaga en calle Haedo actual y en el portón y balcón de la propiedad de don Alejandro Berro en calle 18 de Julio.
Finalizábamos aquel artículo, hace más de 15 años, diciendo algo que a pesar del tiempo transcurrido aún se mantiene vigente: “Con este artículo hemos querido homenajear a un trabajador que, con su oficio, ha contribuido a través del tiempo a implantar su impronta en los trabajos que realizara y que aún se conservan en las construcciones que perduran en nuestras ciudades. “
Murió finalmente don Modesto a los 64 años de edad en la finca que en que viviera y donde también tenía su herrería, lugar que conociéramos, sobreviviéndole su esposa y varias hijas hasta hace algunos años. Recordamos asimismo, que bajo su piso de madera en las habitaciones, corría la cañada que se originaba pocos metros hacia el sur, del otro lado de la calle Rodó.