Hace pocos días se presentó en Mercedes el último libro del profesor Gerardo Caetano: "El liberalismo conservador". (Ediciones de la Banda Oriental, julio 2021,Montevideo).
Cabe entonces hacer algunas consideraciones sobre el mismo, desde una perspectiva como la de quien esto escribe, que no es la de un especialista en Historia, sino un lector esporádico pero apasionado de sus temas. El libro está precedido de una introducción y un primer capítulo de orden preeminentemente epistemológico, donde se exponen las bases de una metodología de análisis y abordaje, que fundamentan el rigor y la probidad intelectual que dominan esta investigación. La aproximación conceptual y siempre dinámica a la definición de términos tales como "república" y "liberalismo", dan razón desde el inicio al enunciado del título: "El liberalismo conservador". La cita de Luis Arranz, ilumina la cuestión: "La denominación de liberal-conservador parece la síntesis precaria de dos conceptos, en principio, contradictorios. (...) La defensa inequívoca de la propiedad privada y, por ende, del mercado, une a conservadores y liberales en el terreno de la economía, lo cual no significa que no existan también matices característicos. (...) El horror ante (...) el canon revolucionario contemporáneo, acuñado por la Revolución Francesa, constituye (...) el cemento antirrevolucionario que mejor ayuda a unir a conservadores y liberales..." Conceptos como este, sirven de insumo para el desarrollo de esta enjundiosa investigación. Como debo ceñirme solo a algunas pocas consideraciones, diré que este rigor epistemológico así como la equidad de juicios de Caetano, hacen del libro uno de sus mayores logros.
Su autor nunca realiza afirmaciones indiscutibles, sin matices; ni valoraciones dogmáticas, ni interpretaciones subjetivas o antojadizas. Siempre las hace fundado en una proficua bibliografía que matiza y enriquece el punto de vista de cada cosa.
Vayan dos o tres ejemplos de lo dicho. La personalidad de Batlle, aun relativizando la famosa definición de Vanger como 'creador de su época' -"porque ningún ser humano puede serlo en soledad", acota Caetano-, resulta rigurosamente definida en su estatura inmensa, como el impulsor de las grandes transformaciones "republicanas" y del Uruguay civilista. Y esencialmente del "republicanismo solidarista". Con todo, junto a esta versión, no deja de mencionarse esa arista más oscura de su carácter: esa especie de rudeza o tosquedad espiritual que lo hicieron muchas veces injusto e irreductible. Tal vez -lo que es más grave-, factor del posterior trancamiento de su proyecto.Todo lo cual emana de quienes lo trataron, y de las actitudes que fraguaron su trayectoria. Es el caso -por tomarlo de ejemplo exponencial-, de Rodó, políticamente colorado, pero crecientemente distanciado de Batlle y conservador en algunos aspectos de su pensamiento. Caetano aclara sin embargo, que "también es cierto que Rodó apoyó en general otros proyectos de signo solidarista propuestos por Batlle". (P.95) Y poco después: "El distanciamiento se radicalizó cada vez más y hasta se volvió personal. La prensa batllista comenzó a atacarlo con dureza inusitada e incluso el propio Batlle, de manera injusta y en una expresión de ese perfil oscuro de su personalidad que era la intolerancia frente a sus adversarios, comenzó a vetar su nombre..." (P. 96) Otro es el caso de Martín C. Martínez. Citando a Arturo Ardao, se destaca -en los escritos de su juventud- "su postura individualista" (...) que se relaciona "con la idea de selección por la concurrencia en el seno de la sociedad industrial sucesora de la sociedad militar". (Arturo Ardao, "Prólogo" en Martín C. Martínez, Escritos sociológicos. 1881-1885). Aunque se destaca poco después la evolución del pensamiento de Martín C. Martínez que "siempre mantuvo -aunque también en una lógica de gradual moderación- una visión conservadora en lo social y liberal en lo económico y político". (P. 69).
Luis Alberto de Herrera, es presentado exhaustivamente y con perfecta equidad en su "liberalismo conservador" frente al "republicanismo solidarista" de Batlle. En una síntesis de su naturaleza paradojal, dice Caetano, inspirado además en Real de Azúa: "Venía de una cuna doctoral, anticaudillista por antonomasia, aunque terminó siendo 'caudillo civil' e 'hijo de multitud' dentro de su partido". Expresión y representante de la Federación Rural y de la clase ganadera, de un ruralismo militante, de un pensamiento de fuerte impronta anglosajona, simpatizante de Franco y el primer fascismo; Herrera fue también un ferviente defensor del nacionalismo uruguayo, cuya manifestación máxima fue su oposición a las bases militares norteamericanas en nuestro territorio. Como asimismo un sólido teórico de la política nacional e internacional, a través de importantes libros.
Por citar algunas referencias más bien sintomáticas: el rol del escritor Carlos Reyles, un portavoz de la clase más conservadora, poderoso estanciero, temeroso porque prevalecerían según su vaticinio "las aspiraciones inferiores de los ciudadanos y la chatura mental del pueblo". Para él, los roles de la estancia y el estanciero son los "limitadores del Estado" y "levadura de la voluntad nacional". (P. 113)
Y Pedro Manini Ríos, abuelo del actual senador, primero adicto a Batlle y luego su tenaz opositor y fundador de la corriente conservadora riverista dentro de su Partido. Así se va tejiendo la urdimbre de la matriz del Estado uruguayo; y se va afianzando la posición más conservadora, especialmente a partir del "Alto de Viera" (1915-1920), en que el reformismo batllista es demonizado y vencido. Esta matriz fue vectorizada por personalidades intelectualmente descollantes como las mencionadas -y la del "liberalismo conservador" más radical aún del Dr. José Irureta Goyena-, y las colectividades que lideraron, cuyas consecuencias siguen y han cobrado su mayor vigencia en el día de hoy.
En definitiva, para decirlo con palabras de su autor en la Introducción: este libro "indaga (...) en múltiples historias, tanto personales como colectivas, en una urdimbre apasionante que constituye un espejo de época que no deja de interpelar". (P. 15)
Y por cierto que coadyuva a una mayor comprensión de nuestra realidad actual. Dice Caetano: "En suma, a nuestro juicio, esa batalla política e ideológica entre el 'liberalismo conservador' y el 'republicanismo solidarista' durante el Novecientos fue la clave principal en la construcción de la matriz moderna de la democracia uruguaya,de su modelo de ciudadanía predominante y de esa compleja síntesis de 'republicanismo liberal' que, de algún modo, aún navega entre nosotros".
Este enfoque erudito y ecuánime en el caso de Caetano, no es solo el producto de un ethos, sino de un temperamento. El historiador se planta frente a los acontecimientos y especialmente a sus actores, con una empatía fundamental; lo que lo lleva a no condenar nunca -tampoco a absolver del todo-, pero siempre a conseguir y provocar una comprensión profunda y un sentido lo más aproximativo posible a la verdad.