CINE PLAZA

Prosiguiendo con la serie de los numerosos lugares que diseminados por toda la ciudad, pasaron largo tiempo totalmente desiertos o tuvieron distintos destinos, pero siempre carentes de edificación, debemos mencionar hoy al que ocupaba un amplio espacio a escasos metros de la Plaza principal de Mercedes.

Nos estamos refiriendo al espacioso lugar que ocupando parte de un padrón y luego, una vez anexado otro espacio fue más grande aún, el que era de pertenencia de Antonio J. Sampayo, luego de sus sucesores y posteriormente de la familia de Eduardo Díaz y Sienra, sobre la acera del sur de la cuadra de Eusebio E. Giménez (antes Montevideo), entre las de Colón y 18 de Julio.

Relativo al mismo hemos ya realizado una extensa nota en la serie “Casos y Cosas” publicada oportunamente en este diario y en la misma relatábamos sus avatares, habiendo sido denunciado en su momento como insalubre por el hecho de estar destinado a Corralón de distintos carruajes y por supuesto de caballeriza de los equinos que tiraban de aquellos vehículos.

Fueron numerosas las quejas del vecindario por el mal olor que salía de allí por la acumulación del estiércol de los animales, por el depósito de la alimentación para los mismos (alfalfa, granos etc) y también por la cantidad de cueros que se apilaban en el mismo para su posterior comercialización hacia lugares de  la Argentina o de la Capital del país.

Pero estimamos necesario realizar un breve resumen de quienes fueron ocupantes, propietarios o simples poseedores de esos terrenos que totalizaban 50 varas por cada calle (o sea media cuadra en medidas de más fácil manejo).

Se suceden allí antiguos vecinos, de los primeros que se animaron a establecerse en el nuevo poblado conocido entonces como La Capilla Nueva , nombrando a Ignacio Valdivieso, Santiago Gutiérrez y Tomás Gregorio Ruiz, ocupantes sucesivamente durante cierto tiempo de esa superficie.

Por 1860 encontramos ya a un conocido vecino de larga y fructífera actividad en el comercio de la población, el portugués Antonio de Sampayo Sampayo, casado con María del Rosario Sánchez, quien ocupa junto y por mitades ese terreno con otro nombrado personaje de aquellos lejanos tiempos, don Javier Gomensoro Albín.

El primero ocupaba una construcción de ladrillos con techo de paja, mientras que el restante ocupaba otra finca ya ruinosa, de paredes de piedras y techo de tejas.

   Pasa posteriormente todo ese terreno a Luisa Sampayo, y en las primeras décadas del 1900, ya mejorado su piso y con otros destinos, se utilizó como una de las primeras canchas de “tennis”, muy en boga en ese tiempo. 

La familia González Sampayo pasó luego a ser titular de ese predio y, habiendo quedado durante largo tiempo sin construcciones, se utilizó luego como asiento de lo que se conoció como el “Cine Plaza”, lugar abierto, utilizable en las serenas noches al aire libre, muy concurrido en época del verano y que podía recibir a más de 400 personas, quienes no sólo podían apreciar las “cintas” en blanco y negro propias de esos años, nombradas también como “películas de biógrafo”  sino que también se ofrecían para solaz de los espectadores, cómodas mesas rodeadas de varias sillas donde se podía beber algún refresco en esas noches de elevada canícula, como también gustar algún bocadillo o hacer caso a la abundante propaganda de la cerveza “Patricia” (firma que apoyaba el emprendimiento) y cuya propaganda lucía en las paredes laterales del recinto.

También se promocionaban diferentes negocios o emprendimientos del medio a través de carteles adosados a las paredes, entre ellos aparecía la mención del Agua Asencio, el número de los Taxis del 777 con agencia en bajos del Brisas del Hum, la sidra y naranja Salus y también la yerba Sara. Se mostraban asimismo avisos de Helados, de las Pinturas Granitol y algunos otros, todos comercios que apoyaban este divertimento de los mercedarios que querían disfrutar del cine, del aire libre y de las posibilidades que detallamos, amén de que toda la parte delantera de la platea se ocupaba con sillas individuales, mirando directamente hacia la pantalla, mientras que en un sector del fondo se desplegaban las mesas con tres sillas alrededor de cada una de ellas.

Sobre el final del reducto se había instalado una cantina, atendida por distintos mozos, la que lindaba con la entrada al recinto, cubierta esta por una cortina que impedía atisbar, gratuitamente,  las películas desde el exterior.

Si se preveía lluvia o mal tiempo, la programación se trasladaba al Cine Glucksman, el que en verano se trataba de no utilizar, teniendo el público entonces la posibilidad de utilizar este cine Plaza y también el instalado en la Rambla denominado “Teatro de Verano” o “Brisas del Río Negro” (ubicado sobre la Plazoleta hoy nombrada como “República del Paraguay”), disfrutando de un poco más de aire en esas calurosas tardecitas o noches.

EDIFICIO ADELA TERESA

Largo tiempo había permanecido abandonado luego aparentemente ese terreno, sirviendo esporádicamente para aparcar vehículos de las autoridades de la Intendencia de Soriano, de sus funcionarios y de algunos particulares, hasta que la firma “Carminatti Hermanos” que integraban los Dres. Mario y Ruben Carminatti, abogado y odontólogo respectivamente, titulares también de la Empresa Eta (luego Empresa Cut) con sede en Fray Bentos, adquieren el mismo, proyectando levantar en él un edificio moderno con varios pisos, que le dieran a esa zona otra distinción, dada su ubicación en pleno centro de la ciudad.

Es así entonces que a principios del año 2000 se finaliza la construcción de ese hermoso edificio de diez pisos, que aquellos hermanos bautizaron con el nombre y en homenaje a su madre, doña Adela Teresa Oliveri de Carminatti con su nombre, conociéndose desde entonces como el edificio “Adela Teresa”.

En el mismo se conjugan distintos apartamentos con diferentes comodidades, como también en su planta baja, varios espacios para oficinas comerciales o profesionales. Se complementa con espacios para aparcamiento de vehículos de los inquilinos o propietarios de las distintas unidades.

Otros datos que merecen recordarse

Durante el desarrollo de la 2ª. Guerra Mundial se debieron cumplir determinadas exigencias, pues la contienda produjo distintos cambios en la manera de vivir de la población mundial entonces y de la de nuestro departamento en forma especial.

Por ejemplo, la falta de petróleo influyó para que se debiera limitar el expendio de las naftas, procediéndose a cargar escasos litros por cada vez, los que se controlaban con libretas con talonarios.

Eso mismo influyó para la utilización de los coches a gasógeno, sistema que propulsaba la marcha de los mismos mediante la combustión de leña o carbón, por lo que debieron adaptarse aquellos.

Otro.   Al declararse el apoyo de nuestro país al bando de los aliados, se debieron tomar medidas precautorias, previendo el ataque sorpresivo de las fuerzas contrarias, por lo que se planificaban oscurecimientos nocturnos, debiendo apagarse al máximo la iluminación al escucharse sirenas o repique de campanas que alertaban sobre posibles ataques.

Es así que cada tantos días se practicaban esas maniobras, para que llegado el temido caso, se procediera como se había planificado.- Por suerte no fue necesario tener que llevar a cabo lo practicado, finalizando poco después el conflicto citado.

Comentamos esto pues  muchos posiblemente desconocieran estas circunstancias que debieron realizarse durante el transcurso de aquel conflicto mundial.