IV) Esquina de Artigas y Fcio. Sánchez

Lugares hay en la ciudad que siempre llamaron la atención; por no ser ocupado por los primeros vecinos que buscaban un sitio en el poblado, y eso sucedía  por su poca favorable ubicación lo que permitía que allí se volcaran la mayoría de las corrientes de agua que originaban las copiosas lluvias y que se deslizaban calle abajo, o por las consecuencias que para la salud acarreaba el lugar por ser muy húmedo y barroso.

Lo concreto es que este sitio fue desde sus comienzos un gran baldío, sólo ocupado por esporádicos emprendimientos de corta duración y utilizado en general como lugar de ocupación para estacionamiento de carretas y otros vehículos de aquellos tiempos.

Tan es así que a pesar de estar en un sitio casi céntrico, en primera instancia fue propuesto por el Comandante Fuentes para ser destinado a ubicar allí un cuartel para la fuerza de celadores de la población, sugerencia que fuera luego descartada.

Ante la necesidad de instalar en un lugar céntrico un Mercado de Abasto, que evitara el tener que trasladarse hasta la Plaza de Frutos, que era un sitio bastante más alejado y dificultoso de llegar allí para el tránsito peatonal  propio de la época, para realizar en aquel lugar determinadas compras de alimentos para el consumo hogareño, se comienza a buscar entonces un terreno más aparente y mejor ubicado para tal circunstancia.

En tal virtud se proponen varios lugares y finalmente se acepta el que ofrece José Modesto Irisarri, que es el que comprende una fracción dentro de una cuarta manzana comprendida por las calles del título de esta nota. Ese lugar había sido adquirido por Irisarri, de los Sucesores de Pedro Sorhueta y de su esposa Juana María Carricart el 13 de noviembre de 1894 y lo ofrece a la Junta Económica (antecesora del  Municipio) para aquel destino.

Aprobado el ofrecimiento que consistía en levantar un edificio en base a planos que se presentaran ante los integrantes de la Junta Económica Administrativa señores M. Cataumbert y  Antolín Bermúdez, se establecía que de las utilidades líquidas mensuales que se obtuvieran por el funcionamiento de aquel Mercado, se daría a aquel órgano estatal (la Junta E. Administrativa), el 8 % con destino a la construcción de un Hospital, otra gran necesidad de la población.

Se establecía asimismo, que se habilitaría dentro del mismo la instalación de distintos puestos para la venta de determinados productos y se reglamentaba estableciendo la prohibición de que se instalaran en un radio de 9 cuadras del Mercado, expendedores de productos semejantes a los que se comercializarían dentro del mismo.

Se constituyó entonces una Sociedad que tenía el nombre de “La Industrial” y la integraban Bernardino Echeverría y Ramona Mac Entyre- Juan Idiarte Borda y Matilde Baños- Juan B. Irisarri- Blás Solari y José Modesto Irisarri, éste último como gerente administrador.

Se indicaba también que la concesión tendría un plazo de 20 años.

Sin embargo ya el 12 de diciembre de 1896 venden  los integrantes de esa sociedad a la Junta el edificio por la suma de $ 55.000 pagaderos en títulos y con hipoteca del referido bien. 

Esta decisión se tomó, sin duda, por el incumplimiento de las cláusulas que establecían que los vendedores de productos semejantes a los que se vendían allí, no podían establecerse dentro de aquel límite de las 9 cuadras, lo que era tolerado por el organismo rector, desatando continuas protestas, sobre todo de quienes tenían puestos de venta de carne y sub productos, cuyos competidores hacían caso omiso de la prohibición establecida y porque tampoco se controlaba su cumplimiento.

Asimismo se habían desatado una serie de acusaciones sobre el interés de distintas autoridades, que se veían envueltas en una especie de negociados con estos emprendimientos, lo que despertaba continuas insinuaciones a través de la prensa.

   Por ejemplo en el diario “El Departamento” del viernes 12 de junio de 1896 se mencionaban críticas, diciendo que la compra de la edificación salió entre $ 68.000 y $ 70.000, cuando en realidad, decían, no vale más de $ 20.000 y aún se está terminando de pagar.

El edificio construido tenía sobre su acera principal, la calle Artigas (entonces Asamblea), una amplia entrada a corta distancia de calle Cerro Largo (Fcio. Sánchez hoy), que permitía el acceso a un amplio salón o galpón, espacio que se dividía en varios puestos y lugares para distintos productos que se expenderían en el mercado: carnicería, verdulería, chacinados, aves y huevos, frutería, productos artesanales, bebidas, carbón y leña, forrajes, etc.

Asimismo sobre la calle principal referida existían varios locales independientes pero integrando la edificación, que tuvieron luego, a través del tiempo, diferentes destinos y distintos concesionarios, como peluquería en la esquina, relojería, local de una comisaría, imprenta luego del diario “El Radical”, sede de una fracción  del Partido Colorado, etc.

En expediente Nº. 061/897 de la Junta del departamento se detalla que “se arregló el salón esquina del Mercado con pisos de madera, rejillas de ventilación, etc.y también los techos, que se hicieron igual que los de la Comisaría contigua”.

En 1897 en el diario “El Chaná” (Nº. 215 del 16 de febrero) se indica que “se firmó un contrato de alquiler entre la Junta E. Administrativa y el turco de apellido Nicesarena por el plazo de un año por la pieza de la esquina, contigua a la pieza que ocupa la oficina del Comisario Sr. Bermúdez.”

Coincide este contrato con el contenido del expediente 088/897 de la Junta, el que contiene llamado a licitación por propuestas de arrendamientos de distintos puestos en el Mercado.

Por la calle hoy Fcio. Sánchez existía una entrada de menor tamaño para la descarga de diferentes productos que se traían de varios lugares, incluso la carne de las  reses proveniente del Matadero a orillas del arroyo Dacá; también en ese patio del fondo se procedía a la matanza de cerdos y aves para su expedición al público a través del salón de ventas, ofreciendo productos recién faenados.

Esto último se comprueba con lo que surge de un inventario levantado por el Comisario Municipal, sobre bienes que existían en el Corralón, entre los que se menciona: “una zorra de sacar la sangre del Mercado.”  (Expediente 030/897).

El radio de las nueve cuadras alrededor del Mercado en el que se prohibía la instalación de comercios de los mismos ramos de los productos que se vendían en él, no se respetaba y los concesionarios de los puestos comenzaron a reclamar rebajas en los alquileres de los lugares que ocupaban, en forma especial los carniceros, cuyos competidores se habían diseminado por distintos barrios cercanos como dijimos.

   Eso hizo que lamentablemente, luego de brindar sus servicios al vecindario, transcurridos unos 60 años, el propio deterioro y la limitación de los espacios, el crecimiento del radio urbano y del propio comercio, que en general se expandió en los distintos barrios, hizo que se tuviera que abandonar su destino y lentamente comenzó su demolición, cosa que terminó ocurriendo en la década del 1950.

Se levantó entonces allí un precario cerco de material que cobijó en su interior un amplio baldío, el que era utilizado frecuentemente por compañías circenses que levantaban allí sus carpas o también por parques de diversiones, que cada tanto visitaban nuestra ciudad, sirviendo para distraer a niños y mayores.

En ocasiones se organizaron también beneficios, concursos y bailes en la época del carnaval con instalación también de tablados.

Permaneció ese terreno como baldío durante largo tiempo, debido a que Ancap,  a quien se había adjudicado, pensaba ubicar allí una estación modelo de combustibles, y debió abandonar aquel proyecto pues se encontró que el terreno no era apto para instalar allí, sus tanques subterráneos debido a la humedad de la zona.

Dentro del mismo proyecto se había previsto también una Terminal de recorridos de omnibuses de larga distancia, cosa que luego también se descartó.

Finalmente, a partir del año 1970 se destinó ese predio céntrico a la construcción de un núcleo de Viviendas, comprendiendo prácticamente una media manzana, englobado por las calles actuales Florencio Sánchez, Artigas y Manuel Ferrería, cambiando totalmente el aspecto de ese lugar, jerarquizando el mismo.

Al terreno originario que contuvo el Mercado, se le adjuntaron varias cortas fracciones ubicadas por calle Ferrería actual, entre ellas la que contenía una cancha de básquet del Club Bristol y su sede originaria.

El destino final del baldío primitivo se transformó entonces en el hogar de numerosas familias mercedarias que pasaron a ocupar las distintas viviendas construidas.

Recordamos a los lectores que en la serie “Pantallazas de otro tiempo” en la nota Nº.4 -  titulada “Lugares malsanos”, publicada en este diario oportunamente, hacíamos referencia a que esa zona, permanentemente húmeda y barrosa, sobre la hoy calle F. Sánchez, era considerada como peligrosa para la difusión de bacilos de las diferentes epidemias que castigaron el país, en especial las del cólera, tifus y fiebre amarilla. Los médicos de entonces – siglo XIX - la consideraban como foco para el desarrollo de esas enfermedades. (ver conclusiones del Dr. Serafín Rivas Rodríguez en la nota indicada).