La llama se ha extinguido, y con ello comienza la verdadera Olimpíada, aquel período de tiempo que va entre unos Juegos Olímpicos y los siguientes, los 4 años, que esta vez serán 3, que culminaran en París 2024.

Han terminado los Juegos de la XXXII Olimpíada, indudablemente desde que comenzaron en la antigua Grecia, deben haber sido uno de los más extraños y particulares, la Pandemia que ha golpeado al mundo ha cambiado muchas cosas, y entre ellas los Juegos.

Japón se propuso llevarlos a cabo a pesar de todo, y haciendo honor a su más rica historia, lo llevaron adelante y con éxito. Lógicamente las estrictas medidas de anti relacionamiento social le han dado una particularidad que quedará en la historia, indudablemente quitándole color y calor a ese gran evento deportivo. 

Atrás quedaron las medallas, los records vencidos, historias de sacrificio y éxito de muchos atletas, de decepción y tristeza para otros, la dignísima participación de los uruguayos entre los cuales tenemos un gran representante de nuestras tierras, que hicieron emocionar a todos, y que sin dudas irán por más en los próximos Juegos.

Tokyo acogió los Juegos como lo que es, una gran ciudad, un ejemplo de desarrollo, una gran maquinaria de eficiencia y de eficacia para hacer bien lo que hay que hacer, pero lamentablemente sin el calor humano que le otorga esa emoción a las cosas, que una máquina no puede dar. 

El largo camino a casa me ha traído unos días a Alemania, y la verdad que ya me siento mucho más cerca, sobre todo de nuestras costumbres, me sorprendió ver otra vez a los peatones cruzar con la roja, incluso al llegar al Hotel, ese no hacer las cosas tan bien, que uno termina extrañando, en Japón si el Check In es a las 15 hs., aunque esté vacío el hotel ni siquiera te dejan entrar a las 14.59, es a las 3 de tarde y listo, aquí llegué a las 7 a.m., y como la habitación estaba pronta, no hicieron “las cosas bien”, y considerando que venía de un largo viaje me dejaron entrar, incluso desayunar. 

Son tan correctos, previsibles y estructurados que les falta pragmatismo, por ejemplo para entrar a los Estadios, vacíos, con 40 puertas de acceso, en lugar de hacerlo por la más cercana, pues no, te hacían dar siempre toda la vuelta caminando para entrar por la más lejana, vaya uno a saber con qué objetivo, y el tipo que estaba con un cartel que decía “mask on”, hacía 15 días estaba parado allí y no sabía por dónde había que entrar, porque su trabajo no era ese,  sino sostener el cartel para que la gente lo leyera. 

Viendo los resultados de Japón vs. América Latina, es indudable quiénes son los inteligentes y los que saben hacer las cosas bien para obtener los resultados, si nos restringimos a ese análisis, eso está de más decirlo. 

En pocas semanas pasé del oeste de Colombia, cercano a la frontera con Venezuela, a Tokyo, y ahora Alemania, he recorrido el devenir del desarrollo de las sociedades rápidamente, que como he comentado, más allá de un viaje en miles de kilómetros, parece un viaje en el tiempo, entre lugares que están a 500 años de desarrollo entre unos y otros, y en el medio estamos nosotros, que según con quién nos comparemos estaremos más acá o más allá en ese camino al desarrollo humano, que en algún momento sería bueno discutir qué tipo de desarrollo pretendemos. 

Al viajar y conocer lugares tan diferentes, permite vivir experiencias heterogéneas, uno termina viendo el mundo y la existencia misma con otra cabeza, reconociendo que siempre habrá luces y sombras para todo, y que el ser humano logra adaptarse y vivir en las condiciones que puede, las risas y la alegría que vi en Colombia de los niños jugando en harapos entre la basura, no la vi ni de cerca en ningún Japonés, entonces hasta cierto punto uno reflexiona, y se pregunta, al final de cuentas,  ¿qué es lo que termina importando para vivir feliz?

Viendo ya un poco a la distancia lo vivido en los Juegos, una experiencia inolvidable en todo sentido, en una ciudad espectacular, y una cultura aún más diferente que como uno se lo podía imaginar, permite valorizar la forma en que vivimos, que más allá de que uno esté habituado, de lejos se aprecian mejor las cosas buenas, incluso las cosas en teoría malas, que a veces no lo son tanto, pero no ser tan previsibles y estructurados, da lugar a las sorpresas, y ello indudablemente le agrega color y emoción a la vida. 

(Las opiniones vertidas son absolutamente personales y no comprometen la opinión de ninguna Organización).