En la nota Nº. 1 de esta serie hablábamos del periódico El Río Negro, el primero que debido a la iniciativa de don Dermidio de María se publicara en el Litoral uruguayo y por supuesto en nuestra ciudad.

Tomábamos en cuenta la publicación que en el año 1951 había editado el Profesor Arbelio Ramírez, referida a la evolución de la prensa escrita en el departamento de Soriano, por cuya razón y continuando reflejando lo que aquel decía, tomamos ahora la referencia que él hace al que fuera el segundo de los periódicos que aparecieran en estas latitudes,”El Eco del Río Negro”.

Relativo al mismo, aquel autor hace referencia a que no ha visto ningún ejemplar del mismo pero lo menciona sí, tomando en consideración noticias que de su aparición se publican en otros diarios de la capital; en particular de la colección de ejemplares de “La República”, existentes en la Biblioteca Nacional, comentando que se comentaba en aquel medio que, el 18 de julio de 1858 se comenzaría a publicar ese periódico en Mercedes, mencionando que sería su redactor el Maestro de la escuela del Estado don Pedro Alzaga.

   Sin embargo no hemos ubicado posterior mención a lo aseverado, pero sí a que apareció ese título en aquella fecha, pero mencionando como editor responsable al joven argentino Silverio Tapia y como Redactor al ex - Alcalde “el Chato” Cajaraville.

Pero ninguno de aquellos datos hemos podido confirmar, ya que sí tenemos en nuestro poder un ejemplar del Nº. 381 del año IV, de fecha jueves 12 de junio de 1862, pero editado bajo la responsabilidad como Editor de Mateo Sánchez, estableciendo asimismo como Administración General la calle de la Asamblea (hoy calle Artigas).

Se encabezaba diciendo que salía los jueves y domingos totalizando 8 números por mes y que de igual forma que el Río Negro, su antecesor,  su costo sería de “Un patacón mensual” pagadero al recibir el segundo número. Los números sueltos valdrían “dos reales”.

Su contenido, como era habitual en aquellos tiempos, contiene entre varias noticias, continuas acusaciones y menciones de atropellos y aseveraciones cruzadas relacionadas con la política y los caudillos de la época.

Menciona también una serie de concesiones de terrenos y chacras otorgadas por la Junta Económica Administrativa y entre diversas noticias, relaciona una situación planteada en el Teatro, de donde fueron expulsados numerosos jóvenes con prohibición absoluta de entrar al mismo, señalando los nombres propios de 21 de ellos.

Se era muy severo en lo que se refería a la conducta y condiciones morales de la juventud de aquel entonces, por lo que con seguridad se habría producido algún hecho o circunstancias que los hacía acreedores a ese trato en cuanto a prohibirle la entrada a espectáculos públicos.

Entre los nombres de los sancionados encontramos algunos que luego serán más que conocidos y que ocuparon lugares de destaque dentro de la misma administración, de las profesiones y de la propia sociedad. 

Sin duda fue algún desliz sancionado en base a lo que dijimos; encontramos entre ellos a Manuel Péndola, Francisco Varsi, Victorino Coello, Hermenegildo Arismendi, Mariano Haedo, Enrique Reffino, Francisco Miláns, Melchor Belaustegui, Manuel Tiscornia, Agustín Goicoechea y varios otros.

En otro lugar se menciona la necesidad de un Hospital, indicando que se está promoviendo una movilización en tal sentido, lo que se resalta y aplauden que exista preocupación por ese tema.

Era sin duda una necesidad debido al incremento de la población, a las continuas epidemias que azotaban la región y a la carencia casi total de médicos que pudieran atender tanta demanda.

Súmense a ello las continuas contiendas militares que dejaban numerosos heridos y la falta de medicamentos, lo que promovía aquella inquietud.

Se mencionan también noticias policiales y destinan la última página, de las cuatro que forman el periódico, a una serie de avisos que indican el apoyo que del comercio recibe este medio de comunicación, haciendo posible el conocimiento de lo que interesa a los lectores. 

Como era costumbre entonces hay dos avisos perpendiculares a la conformación y estructura del diario, (resaltando así su presencia y buscando destacarse entre los otros) relativos uno a la Confitería, Villar (sic) y Café “del Comercio” de Vicente Comes, ubicado en la Plaza principal y para no ser menos, otro de la también Confitería, Café y Billar “de la Libertad” que se acababa  de abrir en la esquina de San José y 18 de Julio, al estilo,- decía uno de ellos-, de Montevideo y Buenos Aires, mientras que el otro indicaba que era al estilo de Madrid. 

[no se andaban con chiquitas los propietarios]. (¡¡!!).

Sin duda esos locales servían de distracción y entretenimiento a la población masculina y allí también se intercambiarían noticias de política y de movimiento de tropas en una época de tanta intransigencia y beligerancia e incluso se publicaban noticias de actualidades internacionales.

Se completa esa página con varios ofrecimientos de estancias en venta, de alquiler de carruajes, de pedido de suscrición de números de rifa a beneficio del Templo, como también se comunican horarios, recorridos y nombres de los mayorales de las diligencias, único medio de movilización de pasajeros de entonces. 

Se publican también requerimientos de personal doméstico, ofreciendo “conchavos” a interesados.

También se destaca un ancho aviso ofreciendo alojamiento en el “Hotel de las Naciones” a cargo de Antonio Basté indicando que cuenta con mejoras a nuevo en el mismo (este hotel estaba sobre la costa, donde hoy existe “el Rosedal de la Rambla”, punto estratégico de arribo de pasajeros y visitantes, tanto por vía terrestre cruzando el río, como de pasajeros que descendían de las embarcaciones en el muelle hoy de los Treinta y Tres). (1)

Otro aviso que hace referencia al servicio de diligencias menciona el lugar de ubicación de la Agencia de las “Mensajerías Orientales” estableciendo que era en lo de don Luis Costa, frente a Plaza de la Independencia y que realizaba el recorrido entre Montevideo, Santa Lucía, San José y Mercedes, entre otros destinos. 

Establece que hace nueve viajes mensuales, conduciendo la maleta del Correo en seis de ellos y la correspondencia normal en tres de los mismos. 

Fija también normas sobre tamaño, peso y cantidad de bultos que puede llevar cada pasajero, estableciendo sobreprecios en caso de excesos en medidas y peso del equipaje. 

Recordemos que la capacidad de las diligencia era escasa, conduciendo poco más de 6 a 8 pasajeros y que los bultos y equipajes se conducían sobre el techo de las mismas.

Relativo a la duración en el tiempo de este periódico, dice Arbelio que tuvo distintas interrupciones en su edición, mencionando que encontró referencias al mismo hasta en el año 1864.

Se suceden luego algunos títulos como “El Imparcial” que apareciera el 20 de abril de 1862 y que circula por lo menos hasta fines de 1864, siendo su tiraje al comienzo bi semanal y luego saliendo tres veces a la semana, con muy buena impresión, según se dice, siendo su redactor J.J.Viera y también se menciona, en aquel trabajo, otro que no se conoce si llegó a circular, que se llamaría “El Látigo” (del que no conocemos ningún ejemplar).

En ese tiempo las vicisitudes políticas hacían aparecer o desaparecer la prensa de acuerdo a quienes estaban al frente de la fuerza pública, intercambiando muchas veces furibundas imprecaciones y acusaciones que terminaban en la división ideológica de la población. 

Viene luego la época de don Fortunato Gigena, a quien nos referiremos en otra nota, lo mismo que los diversos periódicos que, de acuerdo a lo anteriormente indicado, iba utilizando el mismo, adoptando distintos nombres o títulos según la época y la orientación que se les iba dando.

Es imprescindible conocer este proceso pues en las páginas de estos periódicos se iba fijando a través de las palabras, la propia historia de nuestro departamento y del propio país.

(1) – En la primera nota de esta serie se dieron referencias a éste y otro hotel ubicados sobre la propia costa del Río Negro.