La población sobrevivía a duras penas después de los sucesos de 1811 donde el comienzo de la revolución había tomado esta zona como punto primordial.
Los habitantes no eran muchos y los hombres que podían volcar sus esfuerzos en mejorar las condiciones de vida del vecindario, se encontraban en los ejércitos, desparramados por cuchillas y montes, siguiendo a los caudillos, buscando llevar a buen término aquel comienzo iniciado en Asencio.
Por esa razón, las familias que habían quedado en sus precarias viviendas, aquellas generalmente constituidas por mujeres, niños y ancianos, sólo sobrevivían dejando transcurrir el tiempo, dedicados a las escasas ocupaciones de la época.
Ellas eran: el acarreo del agua necesaria para su utilización en la vida de esos núcleos de personas que anhelaban conseguir un futuro mejor; bajar hasta la costa del río Negro buscando mitigar mediante la pesca, las necesidades para el sustento diario, tratar de encarar pequeños sembrados para con su cosecha ayudar a obtener el alimento necesario, lo que se complementaba con la todavía posibilidad de voltear una vaca que aún abundaban dispersas en el feraz suelo de los alrededores para con su carne colaborar en la alimentación necesaria.
Muchos habían dejado sus ranchos abandonados, congregándose en algún otro de algún familiar, para de esa forma aunar esfuerzos y tratar de sobrevivir, esperando el resultado de aquellos disturbios que buscaban la independencia del dominio español.
Penoso espectáculo mostraba el poblado y esa impresión la refleja el Pbro. Dámaso Antonio Larrañaga cuando pasa por aquí en su viaje que realizara a Paysandú para entrevistarse con Artigas en 1815.
Comenta Larrañaga lo incómodo que pasaron esa primera noche en que debieron pernoctar en Mercedes, haciéndolo en un rancho abandonado, pletórico de pulgas que los maltrataron, estando casi sin alimentarse por falta de víveres y pasándola muy mal.
Pues bien, ese rancho se encontraba frente a la plaza, siendo esta constituida por una manzana desierta, sobre la que circulaban cabalgaduras, carretas y distintos carromatos, careciendo aquella de límites, salvo el frente de los solares de las manzanas contiguas.
Y aquel rancho se encontraba en un terreno de un área igual a una cuarta manzana en la esquina de las calles que se indican en el título, la que era ocupada por un español de nombre José Pita, pero que estaba abandonada en esos tiempos.
Ese terreno se había rematado ya en 1813 en Buenos Aires, habiéndolo adquirido Francisco de Haedo, pero permaneció en iguales condiciones mientras vivió, hasta que una vez tramitada su sucesión, lo comprara Juan E. Fregeiro en 1862, quien hace construir una edificación de material con techos de azotea la que comprende siete habitaciones, de las cuales cinco por calle Giménez, incluida la esquina y tres más por la actual Colón (entonces llamada de Las Artes); comprendía también, aparte, otra habitación de ladrillo con techo de paja junto a la cual se elevaba la cocina y se complementaba con el excusado apartado de la línea edificada.
Varios propietarios e inquilinos siguieron luego, apareciendo por el año 1895 don Enrique Barruetaveña. que instaló allí un negocio de tienda y géneros, en una casa que tenía un aspecto poco atrayente, (se decía también que la había adquirido triunfando en una partida de naipes).
El frente del negocio lucía así, con dos vidrieras pequeñas al frente, muy oscuras tanto en el exterior como adentro, luciendo muy poco su mercadería; denominado como “La Platense” y en la que vendía zapatos, fonógrafos, coronas mortuorias, alambre, zinc y otros muy diversos artículos.
Radicado en Buenos Aires aquel propietario del comercio por 1897, se instalaron en esa esquina en distintos momentos por su orden, la Casa Ubillos, luego París Londres durante muchos años y posteriormente una sucesión de negocios que tuvieron corta duración, después de estar abandonada por largo tiempo.
Como anécdota recordamos que la prensa destacó en su momento que los vecinos se asombraban por 1926, cuando Ubillos comenzó a preparar el local para su instalación allí, cuando se descargaban enormes vidrios para colocar en las grandes vidrieras del nuevo comercio, las que fueron varias y muy luminosas.
Según el diario El Nacional, ese inusitado movimiento produjo una aglomeración de curiosos.
Impecable y elegante presentación del coche de reparto de la Casa Ubillos y de su conductor
Recordemos también, que antes, Leonardo Ubillos ocupó la esquina de enfrente y que también tuvo sucursal en la ciudad de Dolores, frente a la Plaza principal.
Ocupa luego ese lugar, como dijimos, la recordada Tienda “París Londres” de la firma Pereira & Cía., cuya casa principal se encontraba en Paysandú y que también inauguró poco después otra sucursal en Dolores.
Fueron muchas décadas las que esa firma se desempeñó en Mercedes, la que abandonara por el año 1960 aproximadamente.
Estuvo también allí la Barraca Artigas durante un corto período, cuyo Gerente de apellido Agüero se trasladó luego a Montevideo.
Recordemos que su ubicación es una de las principales de la ciudad, sobre una de las más transitadas calles y enfrentada a la Plaza Independencia.
Ese punto se ha constituido en un lugar comercial superior por excelencia, lo que puede apreciarse por los numerosos comercios que eligieron ese sitio a través de los años, eliminando aquel triste baldío de casi dos siglos atrás.