Según se consignaba en la Revista Histórica de Soriano Nº. 1 publicada por el entonces Centro de Investigaciones Históricas del Departamento de Soriano, en el artículo denominado “El Dr. Rivas y las aguas del Río Negro”, ya desde antes del año 1745 eran conocidas las cualidades salutíferas que se atribuían al caudaloso Río Negro, atribuyéndose esas propiedades a la abundancia de arbustos de zarzaparrilla en sus márgenes.

Se detallan en dicho artículo que al comienzo del 1800 el Obispo Manuel Azamor y Ramírez que tenía su sede en Buenos Aires, decidió visitar Santo Domingo Soriano, por recomendación de sus médicos, debido a que padecía de una rebelde ulcera en una de sus piernas que lo inmovilizaba durante largo tiempo.

En esos años se habían suscitado problemas entre los cabildantes de aquel poblado y la iniciativa del cura Castro y Careaga, el que había comenzado a erigir poco tiempo atrás la Capilla Nueva en las márgenes de aquel curso de aguas, por lo que para mediar en aquel conflicto y aprovechar a su vez su viaje a esta Banda del Uruguay, decidió permanecer durante largo tiempo en aquel sitio, remojando su pierna en las aguas que se consideraban casi milagrosas.

Esto lo hacía, según decía,  que "por dictamen de los médicos necesitaba yo pasar a esta Banda a mudar de aguas y aires por algún tiempo", sin duda para mejorar de sus padecimientos.

Sumado a esto en 1800, ante un pedido y memorando del Alcalde de Soriano que le manifestaba …"que estas aguas son las más saludables y de todas partes concurren enfermos a Soriano a tratar de recuperar su salud”, el Rey de España Carlos IV declara a Santo Domingo Soriano como “Puerto de la Salud del Río Negro”, incluyendo también la designación de “leal y valerosa villa”.

También y con esa fama ya adquirida, era costumbre que los Virreyes radicados en Buenos Aires se hacían transportar toneles de agua de este río hacia sus hogares, para tomar allí sus baños o utilizarla de alguna otra forma confiando en sus propiedades.

Hubo ocasión también en que se enviaran de esa manera toneles con el preciado contenido, a pedido de los Reyes, hacia España.

Son por demás conocidas las preocupaciones que tuvieron por 1862  y posteriormente, tanto Domingo Ordoñana enviando a París porciones de esas aguas para su análisis, como las que realizara el propio Dr. Serafín Rivas quien publicara sus conclusiones manifestando que contenían sulfuros en gran cantidad, lo que hacía que debido a eso era que gran cantidad de tísicos venían a usufructuar de baños en sus aguas para combatir sus enfermedades.

Decía el Doctor Rivas que esas aguas eran en gran cantidad aguas sulfurosas-  sulfídrico-sulfuradas- apropiada para enfermedades de la piel, de las vísceras abdominales, de obstrucciones uterinas y de virus sifilítico.

El trajinar de enfermos y de sus familias, que por distintos medios, en particular fluviales se dirigían en principio a Soriano, ante la escasez de comodidades en ese poblado, seguían hacia Mercedes en donde existían otras posibilidades de mejor pasar y distintos sitios que podían albergarlos.

La fama de esas aguas y lo que decíamos, hizo que siempre cruzaran el Uruguay numerosos vecinos de Buenos Aires y también de otros lugares establecidos en la ribera occidental del dicho río, permaneciendo a veces largo tiempo en esta zona, fomentando un tempranero turismo.

Encontramos así, aprovechando esas virtudes que se le atribuían a nuestro río, distintos vecinos que en diferentes momentos buscaron la manera de usufructuar las mismas, mediante emprendimientos que se basaban en facilitar la utilización y aprovechamiento de esas aguas.

Durante cierto tiempo, un núcleo de emprendedores del medio constituyen entonces una sociedad por acciones que edifican y acondicionan un lugar cercano a la costa del río, en la zona del actual “Carrasquito”, a pocos metros de la ribera del río, conformando lo que se conoció como la “ Casa de Baños”, toda una novedad en el medio, la que se ubicaba en aquel paraje en lo que sería la esquina actual de calles Detomasi y Pedro González, brindando a los bañistas baños de agua fría y caliente, para limpiar las posibles impurezas que recogieran en sus cuerpos luego de la remojada en el curso del  Río Negro. 

Ese local se conoció con el nombre de “Sociedad Balnearia” de la que, entre otros muchos vecinos, era accionista el futuro presidente oriental Juan Idiarte Borda.

Formaban el emprendimiento dos construcciones con techos de tejas sobre maderamen, conectadas entre sí, a las que se proveía del agua mediante un tanque aéreo y  a través de distintos caños, se derramaba el  agua en los ducheros según la temperatura que se deseaba, calentando la misma  mediante cocinas o calentadores especiales.

Otro emprendimiento se instaló en la costa del arroyo Dacá, casi junto a su desembocadura, tratándose del “ Establecimiento Balneario Dacá” por el Sr.Juan Vitale con unas 20 casillas de madera y comodidades para los bañistas, el que estaba a escasos metros del río Negro, usufructuando también de sus aguas, respetando la separación de sexos. Pedía se le arreglara la calle Soriano (Detomasi hoy) para comodidad de los que concurrirían a ese recreo.

Esto sucedió por el año 1900, emprendimiento que al poco tiempo tuvo la desdicha de ser presa de un incendio que destruyó la mayor parte de las instalaciones.          No podemos olvidar la ubicación de dos hoteles, uno junto al otro en la zona que hoy ocupa la Plaza de Deportes (“el Rosedal”), a pocos metros del Muelle de pasajeros (hoy “de los Treinta y Tres”), donde desembarcaban los que provenían del norte del país y que ocupaban durante largo tiempo también los que habían llegado en las naves de la carrera desembarcando poco más hacia el oeste en el “muelle Comercio”.

Las comodidades y las instalaciones de estos hoteles han sido ya descriptas en numerosos trabajos de colegas investigadores, por lo que nos limitamos a detallar que ya para la década del 1920 habían desaparecido.

Esos hoteles fueron “el de Las Naciones “ (luego “Hotel Progreso”) y el “Hotel Brossard”, teniendo el primero también un sistema especial de baños con el agua del río, los que se facilitaba a sus huéspedes en determinados días y horarios y también se ofrecía a vecinos que necesitaran utilizarlos, previo pago de cierta tarifa establecida.

Decíamos al comienzo de las bondades, de las cualidades de las aguas y de sus efectos en enfermos de determinadas patologías, cosa que posteriormente por la instalación de saladeros, curtiembres y otras industrias que vertían desperdicios en el curso del río, transformaron aquella pureza y recomendación de utilización de las aguas, en la comprobación de que las mismas se contaminaron, siendo nociva su utilización e incluso se alertaba sobre el peligro de beberla sin hervir.

Ya antes se habían realizado advertencias y prohibiciones tratando de preservar la relativa pureza y cualidades de las aguas, prohibiéndose por ejemplo el limpiar carros y el bañar caballos junto a lo que es hoy el muelle de los T. y Tres, junto al cual incluso se tomaba el agua mediante una bomba, para suministrar al Hotel Progreso y también para que la levantaran, de un tanque instalado al efecto, los aguateros que la distribuían por las calles de la población, previo pago del precio estipulado, en sus pipas o toneles instalados sobre  carretas 

También se prohibió a las lavanderas el realizar sus tareas aguas arriba de ese lugar, pues los enjuagues de sus lavados  arrastraban residuos de jabones y de impurezas de las prendas que sometían a sus trabajos.