El término "eufemismo" -conviene aclararlo-, designa toda palabra o expresión que, para referirse a algo, lo  hace sustituyendo a otra menos elegante y más cruda o más desagradable para denotar lo mismo. Una suerte de disfraz, que se convierte en una formulación de medias verdades, en lo que el actual gobierno se ha vuelto experto. Ejemplos sobrarían. Hace dos días nomás, cayó un ministro, el que dirigía el Mides, y no se fue por renuncia. 

Todos los medios periodísticos hablan de que cambió el ministro: en realidad el presidente sin decir agua va, lo destituyó: dicho en palabras más coloquiales, lo sacó del fundillo. Y a rey muerto, rey puesto. Pero tampoco las autoridades dijeron las cosas por su nombre. ¡Y el echado, muy agradecido!

Hace un año escaso, se fue nada menos que el canciller -el Ec. Ernesto Talvi-, y aunque el episodio tuvo otras características, si acaso más vergonzantes, el fondo fue igual. A rey muerto rey puesto. Y se trató ni más ni menos que de un terremoto político, que involucraba ya no solo la interna del país sino la política internacional. Pero salvemos las apariencias: acá no pasó nada.

El actual gobierno se ha caracterizado por este modo encubierto y elusivo de referir la realidad, tal como lo hemos comprobado en los ejemplos anteriores.

Cada vez que su elenco aparece en los medios -cuanto más grave la situación, más esporádicamente-, lo hace desdramatizando la realidad: se habla del "aplanamiento" de la curva de contagios, de la disminución de casos positivos, del éxito de la vacunación, etc.

Omitiendo decir en forma expresa que abril registró más muertes que todo el período anterior desde que se inició la pandemia, y que nuestro país está entre los tres países del mundo que tienen el mayor número de muertes proporcionalmente a su población. Y según la versión oficial, se "blindaría" abril: expresión falsa y dramáticamente desmentida.

El domingo, el New York Times, publica un artículo y un mapa en el que figura el Uruguay con 84 contagiados cada cien mil habitantes. ¡Primer lugar en el mundo! Frente a la India con 24 cada cien mil. Datos que corresponden a la semana pasada.

La "libertad responsable"

Y en otro orden, el mandatario ha acuñado la frase "libertad responsable", que no puede ser más falsa y tautológica. (Tautología es una verdad por sí misma evidente, repetida con distintas palabras en forma obvia y pleonástica). No se concibe otra forma de la libertad que no sea responsable. Equivaldría a decir "maldad dañina". La libertad es libertad, y punto. Quien no sea responsable no es libre. Y la responsabilidad es, en todo caso, un atributo consecuente del ser libre. El mandatario en su contumacia y su soberbia -también en sus escasos matices conceptuales-, se enamoró de la expresión. Llegó a decir que si no creyera en ella, se decepcionaría de la humanidad. ¡Vaya novedad y original desencanto! Los mayores logros humanos así como los peores desastres, se han producido porque el hombre es libre. ¡Claro, en el marco de poderosos condicionamientos! Conducentes a situaciones muchas veces más opresivas y atentatorias de la libertad. Con lo cual va de suyo, que la libertad individual deberá estar siempre regulada y parcialmente limitada en orden a bienes y valores colectivos superiores. Él es abogado y deberá saberlo. Ácrata, no creo que sea. Un Estado que deja librado a los ciudadanos a toda acción, es un Estado omiso y deficiente. No sería un Estado de Derecho. Esto vale no solo para la pandemia. Siempre dentro del imperio de la ley. Lo proclama sabiamente la máxima del padre Artigas: "Es muy veleidosa la probidad de los hombres: solo el freno de la Constitución puede afirmarla". Esto no equivale como falsamente se ha sostenido, a un Estado totalitario o policíaco: nada más lejos.

El gobierno desertó de su obligación de restringir ciertas actividades: ¡cuántas muertes se hubieran ahorrado! Y no obstante, promulgó una ley para dispersar concentraciones: y esto ¿no es contradictorio con el mal esgrimido concepto de "libertad responsable"? Este es otro escandaloso eufemismo: no hace más que delegar la responsabilidad y la culpa en los ciudadanos, para excusar una omisión flagrante del Estado.

No, señor Lacalle, déjenos ser libres; pero de verdad, no para seguir muriendo. Porque además, y consecuentemente a lo que dije antes, no todos somos igualmente libres. El trabajador o la trabajadora que debe concurrir todos los días a trabajar a un supermercado, es menos libre que los que están bien resguardados y cubiertos por usted; pero no menos responsable.

Por último, mientras el mandatario repite con voz engolada el lugar común de "la libertad responsable", su Partido proyecta una ley sobre el concepto de peligrosidad únicamente comparable con algunos engendros de la dictadura; que nos pondría -en caso de aprobarse- a todos en el ojo de la tormenta. Un panóptico bajo el cual estaríamos vigilados y bajo sospecha: ¿quién por algún concepto no podría ser reputado peligroso y acabar procesado y en prisión?

Y simultáneamente, se propone la creación de una Consejo guardián de la laicidad. ¡Qué horror! Los que pagamos caro las consecuencias de este espíritu vigilante y represor, no podemos menos que acordarnos de la ominosa clasificación de la dictadura, en las categorias A, B y C, y su gravísimo e irreparable costo.

Y se multiplican las denuncias de periodistas expulsados de los medios televisivos por razones ideológicas.

Y bueno, desgraciadamente estamos gobernados por el sector de la derecha más recalcitrante y represiva del Partido Nacional, el herrerismo, a despecho de su vocinglera defensa de lo que disparatadamente llaman " libertad responsable".