Como dijimos en nota anterior, los Hermanos de la Cofradía de San José y Caridad adquirieron una parte importante de una imprenta que perteneciera al General chileno José Miguel Carreras, que fuera asociado en ese ramo con el General Alvear, la que se había ya utilizado en la impresión de algunos periódicos de corta vida en aquellos momentos azarosos, la que luego fuera dispersa quedando en Montevideo algunos tipos y otros implementos, lo que se aprovechó para el fin propuesto, tomando a su cargo la organización de esa maquinaria el señor Pedro Sagra.

 Fundidos en Montevideo algunos tipos, se utilizaron en la impresión de los números de lotería cuyo producido se destinaba a paliar los gastos que se originaban en el viejo Hospital de la Caridad, cuya efigie mostramos en la primera nota de este título, el que atendía y albergaba a indigentes, enfermos, viudas de los vecinos muertos durante las Invasiones Inglesas, dementes y también a los pequeños abandonados en el Torno, cuyo cuidado se había delegado a las Hermanas de la Caridad.

El 13 de diciembre de 1822, según Isidoro de María, salía de su prensa el primer ejemplar producido por la misma. Esto se consideró un hito pues ya era imposible el hacer frente al presupuesto del Hospital, aumentado con la decisión de amparar también a los pequeños abandonados.

Prueba para la impresión de una tira de billetes para el sorteo del 11 de enero de 1895, según sello oficial ubicado al margen del dibujo.

[Nótese la indicación de la tinta a utilizar (Negra) en el primer billete] 

En 1818, primer año en que comenzó a implementarse ese socorro, fueron 9 los niños ingresados a la Inclusa, de los que fallecieron 2; al año siguiente ya eran 46 habiendo muerto 28 de ellos, aumentándose ese número en forma progresiva sumando pronto 140 niños recogidos en poco más de 3 años, de los que murieron por diversas causas 67. 

Recomendamos acceder a un trabajo de las historiadoras María Laura Osta Vázquez y Silvana Espiga en el que bajo el título de “La infancia sin historia”, relatan muchos aspectos de estos dramas. Está publicado en las páginas 111 a 126 de Educación 10 (2) y hemos tomado algunos datos del mismo para reflejarlos en estas notas.

Muchas veces se dejaba junto al cuerpecito del pequeño abandonado, un trozo de vestimenta, una carta, una prenda determinada, un pedazo de un naipe o cualquier otro detalle que lo señalaría, complementándolo con el que trajera o indicara quien lo quisiera identificar, en caso de haber solucionado su aspecto económico, su posibilidad de atenderlo o su arrepentimiento, ya que se registraba minuciosamente todo lo que rodeaba cada caso, en los libros del asilo.

Francisco Antonio Maciel poderoso comerciante del viejo Montevideo, fue quien aportó el sostén económico necesario para mantener el Hospital de Caridad en sus momentos difíciles. Fue también esclavista.

Hemos mencionado ya, al considerado como “Padre de los pobres” don Francisco Antonio Maciel, poderoso comerciante que integrando aquella Cofradía, apoyó no sólo económicamente a estos emprendimientos (Capilla, Hospital y la Inclusa) sino también cediendo en ocasiones algún lugar en sus barracones o propiedades para facilitar obras y adquirir materiales.

Como decíamos en nota anterior fueron varios los vecinos que ocupaban lugares de destaque en la sociedad de entonces que aportaron su óbolo, haciéndolo también en ocasiones una Compañía Cómica que actuara por entonces en aquella ciudad.

Sucedió lo mismo con una función de Toros, en un ruedo improvisado que aportó también su producido tanto para la Capilla adjunta al hospital, como para la Inclusa, todo lo que constituyó una amalgama pues los enfermos podían acceder a los sacramentos en la Capilla, que comenzó a funcionar como tal por 1814, mientras que la Inclusa, merced al impulso promovido por Larrañaga, se oficializó como decíamos en 1818.

Muestra de un billete para “Lotería Extraordinaria” anterior a 1850 con el sello que llevaba como garantía: “un corazón coronado y leyenda de “Lotería de la Caridad”. Valor: 2 patacones y medio.

En el año 1818 se comenzó con la Lotería de la Caridad que se realizaba semanalmente, fijándose en un real el precio de cada billete y estableciéndose premios que detalla Isidoro de María en su obra “Montevideo Antiguo”.

Se vendían 8.000 números y luego de un impase, se comenzó a administrar el sorteo por una Junta de Caridad compuesta de 3 miembros de la Hermandad, siendo designado Director don Joaquín de la Sagra y Périz (a quien luego nos referiremos), acompañado por Manuel Luna como tesorero y Manuel del Castillo como contador.

Un cuartillo de billete impreso en la Imprenta de la Caridad entre 1822 a 1826.

[al dorso se ve una inscripción que dice Dn. J. Carcabelo a medias con E. J. Gómez].

Para comprender mejor lo que venimos relatando, consideramos necesario transcribir lo que nos cuenta don Isidoro de María en su “Montevideo Antiguo”: “Cuando menos se pensaba, la criada o el amo hallaban de noche en el zaguán o en el umbral de la puerta de calle con un “presente”, ¡más que presente! Cosa así como un envoltorio, conteniendo un ser viviente, esto es, una criatura recién nacida expuesta entre algunos trapos. Y vaya Ud. a saber por quien, pero que no había más remedio que recogerla por caridad y cargar con el fardito.

Esa clase de presentes y hallazgos eran frecuentes en los zaguanes, puertas y pórticos de las iglesias, y hasta en los huecos. Hubo familia pudiente a quien endosaron en poco tiempo, hasta una docena de parvulillos; y no hay que hablar del cura de la Matriz, cuya piedad cristiana tuvo que ejercer con no pocos recogidos en el pórtico del templo, mandándolos criar a sus expensas.”

Un cuartillo por valor de 2 reales fuertes.  Nº. 10656 serie F de sorteo por 1835.

Este sólo relato justifica lo que ya dijimos que movió al cura Larrañaga a influir ante las autoridades para que se crease la “Casa Cuna” para los expósitos, lo que logró que se llevara a cabo a partir de noviembre de 1818, recogiéndose los niños abandonados, mientras se concretara la misma, en el hospital de la Caridad.

Nótese que en muchos casos se dejaban totalmente desnudos a los pobres niños, debiendo recogerlos y abrigarlos inmediatamente.

Detallábamos en nota anterior la gran cantidad de expósitos que en los pueblos del departamento y también que en la aldea de Vívoras se bautizaron en un corto período, todos los que, al ignorarse su origen se les impuso luego un apellido cualquiera. 

Respecto a esto era costumbre en las distintas poblaciones del mundo, (pues en todas sucedían estos hechos) identificarlos con diversos apellidos de acuerdo a la situación o lugar en que fueran abandonados aquellos, aunque el más directo y común era el de “Expósito” ó “Spósito”. 

Se designaba al niño o niña con un apellido que hacía referencia al sitio en que fuera abandonado, al día en que tal cosa sucediera tomando el nombre del santo relacionado con ella, el del santo a quien estaba dedicado el templo a cuya puerta se encontrara el niño, etc. (por ejemplo: “del Río”, “Arenas”, “Capillas”, “Arroyo”, “de los Santos”, “Antolín” etc.) o incluso se le asignaba el de la persona que lo adoptara posteriormente.       

Otro cuartillo anterior a 1835, número 4846 serie N valor de dos reales fuertes.

La alimentación de los pequeños se encargaba durante la lactancia a amas de leche, que se contrataban a esos efectos y quienes una vez pasado ese período, consideradas como “amas secas”, eran las encargadas de atenderlos durante sus primeros años como nodrizas. 

En ocasiones el propio Larrañaga o alguno de los miembros de la Hermandad, llevaba al niño, ya algo crecido a Buenos Aires, para hacerlo práctico en algún oficio en cuyo trabajo pudiera hacer frente a su futura vida.

Dorso de un billete para el sorteo del 18 de noviembre de 1.927 del Nº. 16.489.

El sistema de la Inclusa fue suprimido en 1921, a cuya fecha habían desfilado por ese adminículo oprobioso más 700 infantes acogidos por el Convento y el Hospital de la Caridad.

Anverso y reverso de un billete para el sorteo del 6 de Mayo de 1898 

JOAQUIN DE LA SAGRA Y PÉRIZ 

Nos toca hoy hacer referencia a este personaje uno de los partícipes principales de la creación de la Loteria de Caridad, en virtud de que tuvo destacada relación con nuestra ciudad, ya que estuvo radicado aquí durante un largo tiempo, habiendo contraído su primer matrimonio en la triste capillita existente entonces en el sitio que hoy ocupa nuestra Catedral. 

Debió luego trasladarse a Montevideo, en razón de problemas políticos, pues se consideraba defensor del rey de España, pensamiento que trocó luego de la constitución del Estado Oriental.

Tuvo amplia y destacada actuación en la conformación,  organización y creación de aquella Lotería de la Caridad y germen de la actual, hoy con otra administración y diferente reglamento.

Siendo natural de La Coruña en España donde naciera el 9 de octubre de 1784, era hijo de Lorenzo de Sagra y Antonia del Carmen Rodríguez Périz, matrimonio vecino de aquella población española.

Estuvo radicado en nuestra ìncipiente aldea en sus primeros tiempos, desempeñando funciones como Sargento Primero de la Compañía Urbana de Cazadores de Buenos Aires, pasando como Alférez a una Compañía de Milicias de Mercedes y a raíz de sus desplazamientos, integrando ese contingente, se relacionó con doña Ramona Quintana Lazcano quien era natural de Montevideo y con la que contrajo enlace el 3 de agosto de 1809 en nuestra Capilla, todavía entonces conocida como Capilla Nueva de Mercedes. 

Siendo realista, se enfrentó al movimiento revolucionario de 1811, emigrando hacia Montevideo donde fue nombrado como Escribano del Consulado en 1812, cargo que desempeñó durante la Cisplatina como Escribano de Cámara. 

También integró el Colegio Electoral en 1824. Fue luego Teniente Coronel de la Compañía de la Unión en la capital e integró el Senado y la Cámara de Representantes participando activamente en la ley que dispuso la emancipación de los esclavos, integrando la Asamblea de Notables en 1848.

Fallecida su primera esposa sin sucesión fue casado en segundas nupcias con Agustina Zufriategui siendo padre de Ramona y de Josefa de la Sagra Zufriategui, la primera esposa luego del destacado médico  Bartolomé Odicini.

Falleció en Montevideo el 26 de mayo de 1851 a los 67 años de edad luego de una larga y rara enfermedad descrita por su yerno Odicini.

Como dijimos tuvo destacada actuación como director de la Imprenta de la Caridad, propulsando la redacción de su reglamento junto a Larrañaga y preocupándose por el bienestar de los niños expósitos, constituyéndose en uno de los impulsores de la creación de la Lotería del Hospital de Caridad para hacer frente al presupuesto de la Inclusa, para la atención de la alimentación y la educación de aquellos. 

Fue un hombre de vastísima cultura desempeñando altos cargos destacándose en cuanta actividad se propusiera realizar, lo que demuestra la visión para emprender obras y encarar proyectos que indudablemente tendía a finalizar siempre con éxito.

Fue así militar de carrera, industrial, magistrado, escribano público, abogado, hombre de empresa y también incursionó en la genealogía.

En todos esos cargos y actividades se destacó con perfiles propios, que hicieron que aún en su lecho de enfermo, siguiera hasta sus últimos minutos trabajando en casos relacionados con la alta magistratura que investí. Fuera de lo referido a las obras de Caridad, encaró la divulgación de todo lo que tuviera que ver con la difusión y el conocimiento de la cultura y de las necesidades de una comunidad en pleno crecimiento.

Integró también una Logia Masónica, contraria a quienes detentaban el poder, llegando a ser uno de los miembros principales de la misma habiendo relatado de su puño y letra su Catecismo Masónico.

Expresó en su testamento que “se honraba muriendo ciudadano oriental”.