La ciudad se desperezaba y comenzaba a necesitar ir adquiriendo ciertos motivos de progreso que mostraban otros lugares más adelantados, en cuanto a la organización y orden del movimiento social y comercial que iban experimentando. 

Ya hemos hablado del estado de las calles, de las medidas de salubridad que se iban tomando, de la comunicación más rápida y efectiva que a través de la implantación del telégrafo por la Empresa Platino-brasileño se había logrado, sin olvidar el comienzo de la iluminación eléctrica y estando en ciernes la llegada de la era de los automotores, hizo que nuestras autoridades comenzaran a pensar en dinamizar el movimiento ciudadano.

Mercedes nació y creció a través del Río Negro, en una época en que la agricultura prácticamente era muy poco explotada, mientras que la ganadería se desarrollaba sin necesidad de ser atendida.

A pesar de no existir alambrados para determinar los espacios que correspondían a cada uno de quienes poseían miles de cuadras de campo, la reproducción ganadera se producía espontáneamente, sólo limitada por las rinconadas de cuchillas y arroyos.

Pero sí, todo se relacionaba con las aguas del río que desde entonces sigue bañando las riberas de su cauce, aunque actualmente explotado más bien en el ramo del turismo., sin olvidar lo destinado a la producción energética. 

En definitiva todo el movimiento se relacionaba con el Muelle o el Puerto, a través del cual se enviaban o llegaban los diferentes insumos para su comercialización en otros países o para su distribución, en el caso de los arribados a nuestras costas, entre los numerosos y diferentes comercios, negocios  y edificios de nuestra ciudad.

Para poder realizar esa mejora, debió primero barrenarse parte de la orilla que contenía numerosas piedras de gran tamaño, rellenándose posteriormente hasta lograr la nivelación que permitiera la colocación del adoquinado en la parte medular del muelle, facilitando el atraque de las embarcaciones. 

Ya se había notado que pecábamos de atrasados, cuando hacíamos mención a la ubicación de determinado negocio o dirección en la cual debía entregarse alguna carga arribada, o cuando debía indicarse a algún viajero recién llegado a  la población a través de los vapores o de las propias diligencias, hacia que sitio debía encaminarse.

Es así que en el año 1906 se decide determinar con exactitud la numeración de los distintos edificios, estableciéndose desde donde y hasta donde se debían numerar las puertas y aberturas de cada frente de las fincas o propiedades, llamándose a licitación a esos efectos.

De esta manera se transformaba en más sencillo el ubicar una dirección cualquiera, que antes requería conocer que tan cerca estaba lo buscado de algún punto de interés que fuera más conocido.

[Tomado de la “Guía de Mercedes 1901”]

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Antes de aquel año, en las calles paralelas al río Negro, se partía desde la calle Uruguay, llamada luego Brasil, hacia el Este, (esto demuestra la importancia del puerto, base de todo el movimiento ciudadano y comercial), empezando desde el número 0 (cero) y otorgando 50 números a cada cuadra para ser utilizados los números pares a la derecha de la calle que se mencionaba y los impares se distribuían sobre la acera de la izquierda.

Se extendía entonces esa numeración hasta la calle Vera (que luego se llamó Camp y posteriormente – ahora -  Zapicán) donde se agotaba la numeración alcanzando al número 600. Pero eso sucedía sólo con las calles Paysandú y Cerro Largo (hoy Fcio. Sánchez).

La otras calles con menor movimiento o tránsito y también menor edificación tenían igualmente menor extensión en la numeración: 

La hoy Detomasi terminaba en el Nº. 350 igual que Giménez mientras que la hoy C. y Careaga y la de San José (luego Roosevelt) terminaban en calle M. Oribe (entonces denominada Dolores) llegando al número 400 en las chapas de numeración de las fincas.

Si ponemos atención vemos que también en esto incidía “la famosa Zanja Padilla”, cortando y transformándose en un obstáculo para el paso normal.

La hoy J. E. Rodó (entonces  “de las Minas”) ya tenía un poco más de importancia y la licitación para que le colocaran numeración a sus edificios llegaba hasta una cuadra más allá, hasta la nombrada Brequeló (hoy J.P.Varela).

Las otras, como las hoy Avenida Asencio, Manuel Ferrería y Serafín Rivas no ameritaban ser numeradas y por supuesto tampoco las que seguían hacia el sur de la población, pues tenían escasa edificación y pocos comercios  importantes o conocidos.

En cambio en las transversales, partiendo desde la calle Detomasi, o sea las que entonces se llamaban 25 de Mayo, que era la de salida hacia las localidades de Villa Soriano y Dolores y también Colón y Artigas llegaban numeradas hasta el contorno de la Plaza hoy Artigas denotando su importancia; en cambio Sarandí (hoy 28 de Febrero), 18 de Julio e Ituzaingó eran numeradas sólo hasta la de Canelones (hoy M. Ferrería), y después olvidate.

No nombraban a la hoy Cassinoni ni a Braceras las que sólo serían numeradas, de acuerdo a la licitación a la que se llamaba, hasta la calle San José (Roosevelt) colocando numeración desde el cero al doscientos.

Como se aprecia, el movimiento ciudadano estaba bastante comprimido, guiándose por las calles Colón y Artigas y cruzadas por la de Paysandú, las que serían el eje comercial y social del poblado.

Pero lo que en definitiva interesa es el propio Muelle, luego transformado en Puerto, donde se arrimaban ya los vapores y antes los veleros para cargar aquellos productos prontos para su comercialización o a volcar sus cargas para ser distribuidas en el medio.

Eso obligó a mejorar la explanada junto a la orilla para permitir un mejor tratamiento de los diferentes productos a despacharse rumbo a otros lugares, aumentados por producciones de la Estancia Santa Blanca, de las Granjas de los Braceras, de la producción de la Colonia Díaz y de los distintos productos que habían comenzado a cosechar los muchos cientos de inmigrantes, tanto italianos como españoles que se habían establecido en los alrededores.

Conformada esa explanada entonces, había que mejorar las calles que podían ser utilizadas para la conducción de lo que traían los distintos navíos, destinado a ser distribuido en el incipiente comercio del medio. Y así se prestigió la entonces calle Uruguay, denominada luego Brasil y hoy llamada Cassinoni, empedrándose y sirviendo de salida de aquellos productos rumbo al centro de la población, extendiéndose ya utilizada como tal, hasta la calle Paysandú (la que siempre mantuvo esa denominación), y desde donde se dirigía hacia el este hasta las principales calles del centro del núcleo poblado, calle Colón hacia el sur y utilizándose como descenso la calle Artigas, adquiriendo ambas la categoría de arterias importantes y en cuyos decursos se fueron estableciendo los comercios de más prestigio.

En aquellos primeros tiempos, ante la presentación de un proyecto de la instalación de un tranvía que recorriera los puntos más importantes de la urbe, fueron tomadas esas calles como referencias, partiendo y llegando también en el propio Puerto o Muelle y alcanzando hasta el frente de la Plaza de Frutos, espacio hoy ocupado por el Estadio Koster, lugar hasta donde se extenderían las vías.

También eso influyó en el comienzo del empedrado, características que hasta hace algún tiempo nos ponía en la consideración general por el hecho de significar una gran atracción para quienes nos visitaban y que lamentablemente, tomando en consideración ideas desafortunadas, cada vez más van desapareciendo, olvidándose por quienes mandan, que poseían una atracción y un encanto especial.

Y por supuesto, esas calles más otras que tenían su propio movimiento, hizo que al modernizarse la numeración de las principales calles se tomaran en cuenta varias de ellas para el comienzo y el final de la ascendente numeración hacia el este y también en las transversales, hacia el sur.

A raíz de ello en las que corren paralelas al río, se trasladó el inicio de la numeración, luego de varios años,  a la intersección con la calle Reconquista hoy Ingeniero Carlos Magnone, desde donde hoy se empieza con el número 1.

Asimismo en las transversales se inicia la numeración en la intersección con la Avenida Asencio con el número 50, extendiéndose hasta más allá de la calle Piedras.

Aquella licitación comprendía también la colocación de chapas en determinadas calles, luciendo el nombre de las mismas, las que antes sólo se mostraban en pocas de ellas, encuadradas aquellas en bases formadas por dos maderas y labrados sus frentes en zinc fundido.

Fuera de lo establecido, vemos que actualmente, debido a la acelerada extensión de la ciudad, sobre todo en el extremo sur, se ha extendido la numeración de las fincas, alcanzando en algunas calles perpendiculares al río Negro hasta más allá del  número 1500.       

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Serïa interesante también, relacionado con la manera de encarar la vida en sociedad de los vecinos de entonces, hacer referencia a una costumbre que no se ha difundido demasiado y que tiene que ver con la presentación de las propiedades en la zona central de la población.

Nos referimos al hecho de que era costumbre, que las entradas de las fincas, generalmente cerradas con altas y pesadas puertas de buenas maderas, tuvieran a continuación lo que se conocía como “la cancel”, las que en general lucían largos y angostos vidrios, sobre una base de maderas trabajada, los que contenían, como modo de empoderamiento o destaque, las iniciales del propietario de la finca, hábilmente entrecruzadas y biseladas trabajadas en esos vidrios. 

Conocemos sólo dos casos, ambos sobre la calle hoy de Castro y Careaga, pero nos interesaría ubicar a muchos más, pues seguros estamos de que existen diseminados en la ciudad estos elementos, los que deben ser destacados como una costumbre que se ha perdido o que actualmente no se toma en cuenta.

A esos efectos nos interesaría conocer donde podemos ubicarlos y tomar fotografías de los mismos.