Llegando a fin de año el panorama nacional y regional luce bastante complicado, y lejos de ver venir el cielo limpio y claro, parece que las tormentas siguen y no surgen presagios certeros de mejoras cercanas, y menos de estabilidad de buen tiempo.

En Brasil ha transcurrido el proceso electoral, y más allá de alguna puñalada, parece ser que sin grandes problemas y el presidente electo está presto a asumir, parece diluirse el temor en algunos de que la Democracia estuviera en peligro, y mucha gente tiene al menos la esperanza de que algunos de los principales problemas (situación económica y seguridad), comiencen a mejorar. Pero es seguro que esas mejoras, si ocurren, no lo serán de la noche a la mañana, llevará tiempo, sudor y lágrimas.

Argentina sigue inmerso en una maraña de problemas,  y ahora que al fin se jugó la final entre Boca y River, se acabó la distracción y seguramente sea un verano calentito.

Hace unos días veía un video publicado por nuestro coterráneo, Víctor Hugo Morales, gran relator de fútbol devenido en “moralista anti capitalista” por llamarle de alguna forma, el video lo titula “El neoliberalismo mata”, relata lo que está sucediendo en Argentina con el feroz ajuste que la realidad ha impuesto, sin embargo, en su opinión parece ser que todo es responsabilidad del malo de Macri.

Tanto a nivel público como privado, empresas que cierran y otras que se ajustan para poder seguir abiertas, el video relata casos de trabajadores que son despedidos y como la fuerza pública resguarda el cumplimiento de la ley (como si ello fuera incorrecto), incluso entrevista un empleado de una fábrica, enfermo de cáncer con 40 años de antigüedad laboral que es despedido. ¿Qué persona no puede sentirse conmovido por ese caso particular?, incluso Adam Smith lo estaría. Representar la crueldad de la realidad en un caso particular como ese, indudablemente es apelar a la bajeza moral y ética, es manipulación lisa y llana, es burdo y grosero. Parece ser que todo lo que sucede en el país vecino es culpa de Macri y su liberalismo feroz, y nada tuvieron que ver los 3 períodos de gobierno anteriores de los K.

Mientras tanto en Uruguay nos espera un año electoral donde los políticos se dedicarán a ello, algunos por conservar su poder y los otros por intentar arrebatarlo, en una elección que aparece como muy disputada por lo cual la lucha electoral se recrudecerá. Mientras tanto, los problemas de fondo parecen lejos de solucionarse, a esta altura es bastante claro que ninguna mejora sustancial se logrará sin hacer cambios fuertes y de fondo, y ellos no sucederán en año electoral. 

Ya no hay dudas que el cambio de ADN en la educación, en el mejor de los casos, quedó para el próximo quinquenio (ni siquiera se pudo que cambiar la elección de horas docente sea al menos por 2 años para dotar de estabilidad al sistema), la competitividad sigue siendo un gran problema y los problemas de empleo se recrudecen, el shock de infraestructura quedó en poco más que el slogan, el déficit fiscal lejos de bajar sigue alto y estabilizado en torno al 4 %, el principal tema de preocupación de los uruguayos sigue siendo la seguridad, y así podríamos dedicar el ar-tículo entero a cosas que nos van quedando en el “debe”.

¿Qué actitud 

podemos tomar ante 

este panorama?

Lo primero que debemos aceptar es que la realidad es compleja, y las perspectivas son que los cambios seguirán y nada será sencillo, los mercados se vuelven cada vez más competitivos, tanto el mercado de empleo, el de las empresas, y también para los países en general. Lo menos aconsejable es cometer el error simplista de atribuir los males o los problemas a “ellos”, y refugiarnos en usar las dicotomías, buenos y malos, izquierda o derecha, conmigo o enemigo.

No podemos hacer lo que hace V. H. Morales (por supuesto que ex profeso y con claro interés político), que defiende a los trabajadores que “exigen” su reintegro desconociendo cómo funciona la realidad y tergiversando a propósito el funcionamiento básico de la economía de mercado, lo cual es extraño porque él es un exitoso empresario y debería saber perfectamente que ningún empresario en el mundo aspira a achicar su empresa despidiendo gente sino todo lo contrario. Acaso piensa Morales que el dueño de la empresa se despierta a la mañana, y mientras desayuna nadando en la abundancia piensa, ¿A quién voy joderle la vida, a quién voy a despedir hoy?

Lógicamente, si uno estuviera en la piel de los despedidos quizá también exigiría que la realidad no fuera la que es, pero lamentablemente la vida no es como quisiéramos que fuera, la realidad es muchísima más dura y suceden todo tipo de cosas que a prima facie parecen una injusticia.

Sería bueno preguntarle a Morales qué alternativas propone, quizá sea que no se despida algunos trabajadores para que la empresa sea viable, de esa forma en el corto plazo todos se quedarán sin empresa donde trabajar, ó quizá como ha sucedido en Argentina y también en Uruguay, que el Estado (o sea todos nosotros), subvencionemos a una empresa inviable para que ningún empleado sea despedido. Sólo basta mirar los más de 60 millones de dólares de préstamos incobrables del Fondes, y todavía para peor, a la larga esas  empresas aún así terminan cerrando y esos trabajadores terminan desempleados, un claro ejemplo es “Alas U”, y solo por mencionar uno.

El sistema económico imperante en la región y en la gran mayoría del mundo es el capitalismo, “capitalismo salvaje” le gusta etiquetarlo a muchos, y si !!!, es salvaje si por ese concepto entendemos que el que no está preparado va quedando por el camino y relegado ante otros que siguen avanzando. En el fondo está implícito el concepto de “competencia”, compiten las empresas por mercados, y competimos las personas por el éxito, acceder a un empleo o un ascenso por ejemplo. Hay que reconocer que la evidencia empírica muestra que aquellos regímenes que no aceptaban la competencia y promovían lo contrario, han quedado en una utopía irrealizable y no han terminado muy bien que digamos, y los que aún subsisten rápidamente se están abriendo al capitalismo como forma de sobrevivir.

Si buscamos el término competencia en Google aparece: “disputa entre personas..., que aspiran a un mismo objetivo o a la superioridad en algo”, y el otro significado del concepto también aplica, “capacidad para el desarrollo de algo”, la Real Academia Española agrega que es sinónimo de pericia, aptitud, idoneidad para hacer algo.

Lógicamente queda implícito que para ser competente requiere de haberse preparado para ello, haber aplicado esfuerzo y dedicación para desarrollar capacidades que nos permitan competir aspirando al éxito, tanto sea para aprobar un examen o si aspiramos a un llamado para un empleo, e incluso para mantener nuestro trabajo actual.

Pretender que en una competencia ganen todos es una quimera, siempre habrá ganadores y perdedores,  mejores y peores. 

No debemos temerle a un mundo competitivo, y debemos saber que será despiadado con los que vayan quedando atrás, y de nada nos sirve quedar lamentándonos, lo que debemos hacer es prepararnos para tener herramientas que nos permitan adaptarnos y competir en el mundo que se nos viene, y ello aplica a todos nosotros pero también a las organizaciones, a las empresas, a los sindicatos, y lógicamente al gobierno, que además tendrá como tarea principal intentar que todos comencemos la carrera desde la misma línea de partida.