Su vida siempre fue la venta ambulante. Primero recorría las calles de Mercedes tirado por un burrito vendiendo diferentes artículos. Luego comenzó a elaborar churros y su grito era esperado en cada barrio para saborear esta mercadería tan especial.
Hace ya varios años Miguel René Antúnez Rodríguez (73) “El Canario” dejó Mercedes para afincarse en Paysandú, luego en Salto y hoy definitivamente está en la capital de la naranja y sigue recorriendo las calles con su carro comercializando los exquisitos churros simples y rellenos.
“Mi vida siempre ha transcurrido en la calle; tenía 11 años, dejé 5º año de escuela y me dediqué a trabajar. Hubo un tiempo en que estuve cumpliendo funciones en Palmar pero, siempre tenía algo para vender en la vía pública porque esa es mi verdadera pasión.
Cuando me he sentido mal he buscado en la calle el alivio y con mi carrito me siento diferente. Este, que es mi trabajo, me ha permitido hacer amigos en todo el país. Mercedes, mi ciudad, me gusta mucho pero, ahora definitivamente me radiqué en Salto, mientras que en Paysandú quedan mi hija y mi yerno con la venta de churros.
Aquí en Salto me gané un espacio y cuando estoy vendiendo en la costanera pasan los muchachos, me gritan, hacen chistes y eso es parte de ser feliz. Yo se que quizá en otra zona ganaría un poco más, pero lo material no es todo y por eso incluso hoy un ex empleado mío a quien le regalé uno de los carros, recorre otro sector de la ciudad y así ambos tenemos nuestro trabajo”.
Elaborar la masa de los churros no es fácil y eso implica que “El Canario” y su esposa Delia se levanten muy temprano para dejar todo pronto. Fue ella quien hace más de 28 años comenzó a vender churros con el “Flaco” Gutiérrez, mientras yo me dedicaba a vender maní. Ahí vi que el negocio era rentable porque permitía alimentar la familia y tomarse algún vino. “Construí un primer carro y Bonetti me explicó cómo hacía la masa, las cosas marcharon bien y hoy felizmente tengo mi casa propia, pero siempre trabajando mucho.
Realmente no se si en Salto alguien sabe mi nombre porque todos me conocen por “el churrero” o “El Canario”, nombre que lleva el carro con el que todos los días salgo a trabajar y paso en la calle unas 7 u 8 horas.
Esta tarea de vendedor ambulante está desapareciendo porque es una labor muy agotadora porque todo el día estás haciendo algo; se almuerza temprano y sobre las 13.30 ya salgo a la calle y vuelvo en la noche. Fue lo que yo elegí, es lo que me gusta; me han ofertado otros trabajos pero la calle es mi vida y sin dudas que la venta ambulante me ha dado todo, me permitió en otros años hacer algunas bandideadas y conocer a Delia que es mi esposa con quien formé mi familia.
Siempre le digo a mi hija y a mis nietos que cuando yo me vaya de este mundo no me lloren, que se pongan contentos, porque yo he vivido la vida bien y ahora gracias a una mano que me han dado algunos familiares, construimos esta casa que estamos disfrutando.
La venta callejera te permite además estar en contacto con los vecinos, recibir alegrías y muchos incluso, han pedido fotografiarse junto al carro como lo hizo el gran Edin-son Cavani.
Cuando se dio esa toma yo andaba vendiendo en la calle, pasé por su casa ubicada por la plaza Flores y me llamaron porque Cavani quería sacarse una foto conmigo para llevársela. Son de esas personas humildes que mantienen un perfil muy humano y para mí fue una gran satisfacción. Me decía que en Italia, donde estaba en ese momento, no había vendedores ambulantes y a eso se debía su interés por llevarse las fotos.
Para mí fue una satisfacción que un señor como Edinson Cavani se quisiera sacar la foto con un “churrero” y pensar que nunca ningún deportista de Mercedes, se sacó una foto conmigo.
En esta vida he pasado de todo, pero he sido feliz. Recuerdo algunas anécdotas cuando bagayeaba, pero todo eso me permitió hacer amigos.
Sobre su apodo, recordó que el mismo surgió a raíz de su madre que era “Canaria” auténtica de Ecilda Paullier y “desde siempre me dijeron ‘el canario chico’ y el apodo así quedó”.
“En los últimos años he ido enseñando la profesión de “churrero”. Uno de los que aprendió fue el “Lucho”, un sanducero que supo darme una mano y hoy está trabajando por su cuenta y nos dividimos Salto a la mitad. Yo aprendí de otra persona, no inventé nada y lo que hice fue ponerle ruedas al negocio y por eso entiendo que ahora, cuando puedo, debo dar una mano. Respeto mucho a los vendedores de antes que se me fueron, como a Don Ramírez con su venta de pescado ó el “Negro Mortadela”, porque todos hemos sido luchadores de la vida”.