Sobre la costa del Río Negro, en un recodo del mismo, aprovechando los viejos muelles del Saladero del Medio, encontramos una serie de construcciones que imaginariamente semejan un barrio entero de la ciudad.

En noches serenas y con buena visibilidad se aprecia un conglomerado de luces que nos indican que allí se acumula el trabajo de cientos de obreros produciendo divisas para el país a través de sus esfuerzos en las tareas que tienen asignadas.

¿Pero cómo se implantó esa industria en ese mismo lugar?

Según leemos en la “Revista Soriano” de noviembre de 1941 fue idea de don Alfredo Galli el fundar una fábrica de papel en esta ciudad.

Se dice que inspirados por él se reunieron los primeros accionistas, con espíritu localista pero con escaso capital, aunque inspirados en un futuro comercio industrial y en el progreso local.

Pero fue fundamental el concurso que Galli aportó al presentar en la Asamblea original a un hombre que además de su capital aportaría a la Empresa su experiencia comercial, su voluntad animosa y serena, su optimismo y confianza en transitar el camino que se había elegido para llevar adelante este emprendimiento.

Ese hombre fue don Esteban Comini quien puso sus mayores esfuerzos- que le fueron reconocidos- en abrir el horizonte del trabajo para la juventud local, evitando el éxodo de la población industrial hacia la capital o la meta de lograr un empleo público, frustrando sus ansias de superación y trocándolas por un relativo buen pasar casi sin esfuerzo.

El comienzo trazó un paralelismo entre el entusiasmo de los fundadores y las dificultades para sacar adelante a la Empresa.  

Los problemas para construir la obra civil, las deficiencias técnicas a salvar, la compra de los materiales y maquinarias, el cierre de las importaciones, la falta de técnicos, sumados  a  los múltiples problemas que planteaba la 2ª Guerra Mundial por falta de buques para el traslado de  los implementos necesarios y el peligro del hundimiento de los mismos en pleno océano dificultaba la empresa.

La obra civil se comenzó en 1935, creándose la Empresa  casí 2 años después (1937), trayéndose maquinaria en barco por el Río Negro hasta la propia costa del predio donde se estaba levantando el edificio.

La falta de técnicos hizo que al comienzo debiera apelarse a traer personal de la papelera que operaba en Juan Lacaze para hacer funcionar la primera máquina continua y capacitar al personal que la atendería.

Luego con dos de esas máquinas se fabricaron distintos tipos de papel: para escritura, para el mimeógrafo, blancos, kraft para bolsas de portland, para corrugar y una vez incorporada una tercera máquina continua se atendió otros tipos de papeles como los “tissue” para servilletas, papeles higiénicos  y toalleros y para envoltura de frutas.

El personal de la fábrica era muy numeroso empleando alrededor de 80 mujeres que se desempeñaban en diversas tareas manuales seleccionando el papel y empaquetando el mismo, sorprendiendo la velocidad con que realizaban ese trabajo.

En 1947 se dice en el Suplemento de  “El Tiempo” de nuestra ciudad: “ En sus principios la fábrica luchó con las dificultades propias de una empresa que no encuentra en el medio donde va a impulsar el progreso, el apoyo indispensable para afianzarse y triunfar. El optimismo, la esperanza, la fe y la confianza en su esfuerzo y capacidad logró vencer aquellas y es orgullo para Mercedes por su selecta producción y por el bienestar trasmitido a todos los hogares de empleados y obreros que en número de cientos disfrutan del amparo de la prosperidad económica de la Empresa, debido a la gestión en particular de don Esteban Comini”.

Las oficinas principales de la fábrica estaban instaladas en Montevideo donde con la maquinaria allí existente se fabricaban también bolsas para destinos específicos como portland, yerba, cal y papel higiénico. Posteriormente la producción se centralizó en nuestra ciudad, trayéndose parte de la maquinaria que operaba en la capital.

Por los años 1970/80 a  través de una flota de grandes camiones Leyland se transportaba a la capital grandes rollos de 2 metros de ancho, regresando con fardos de celulosa y recortes para reciclar y otras materias primas.

El paso del tiempo y las necesidades cambiantes han hecho que actualmente sólo funcione una máquina continua dedicada en particular a producción de papeles para corrugar y cajas de cartón, la que ha tenido diversas reformas y que complementada con modernas máquinas instaladas en grandes galpones construidos en 1997 especialmente para esa actividad, transforman a Pamer S.A. en la mayor consumidora de fibras recicladas provenientes de cajas de cartón corrugado usadas, con las que se construyen soluciones para embalajes y que la transforman a su vez en la mayor empresa exportadora de cartón corrugado del país, atendiendo a los más variados mercados: frigoríficos de carne, pescado, frutas, lácteos e industria en general.

Atendiendo a la defensa del medio ambiente en 1987 se instaló un caño por el fondo del Río Negro con una extensión de 300 metros, autorizado por la Dinama el que funcionó durante varios años y que complementado con la construcción de grandes piletas para tratar los efluentes líquidos antes de verterlos al río, se recuperan las fibras extrayendo la materia orgánica en suspensión, la que vuelve al proceso de producción y con una planta de tratamiento biológico de microorganismos para eliminar el excedente que pueda quedar de materia orgánica disuelta en el efluente.

En sus más de 70 años de actividad se han sucedido en la dirección de la fábrica diferentes personas, recordándose al Dr. Angel Cantoni, Ing. Daniel Bragunde, Ing. Juan Luis Cantoni, Ing. Luis Soria y actualmente Ing. Federico Algorta, siendo legión los vecinos que se han desempeñado en las distintas tareas dentro de la fábrica conformando permanentemente un plantel de 300 a 400 obreros y administrativos.

Debemos sí recordar distintos accidentes que han dejado secuelas en organismos de diferentes obreros incluso con amputación de miembros o peor aún con lamentables pérdidas de vidas a consecuencias de los mismos.

También en ocasiones la ciudad se sentía alarmada cuando a raíz de incendios que se producían en la fábrica se hacía sonar la sirena característica alertando de esa manera (en épocas ya superadas) a la dotación de bomberos para su presencia urgente para combatir las posibles consecuencias del siniestro.

Esa recordada sirena, que hoy se extraña tanto en una ciudad donde son tan escasas las industrias, sonaba 15 y 5 minutos antes de y también en cada cambio de turno, los que se producían a las 6 de la mañana y a las 14 y 22 horas de cada día. Escuchándolas los obreros se apresuraban a caminar más rápido o pedalear más ligero en épocas en que los medios de comunicación eran sólo esos, para llegar a marcar sus entradas en la fábrica a tiempo.

A pedido de quienes no dependen de horarios se suspendió ese ulular tan característico privando a la ciudad de este peculiar sonido.  

Hoy se accede al traslado de los obreros en un ómnibus propio del gremio, lo que sumado a los cambios de los medios de transporte facilita la llegada y también el retiro de los funcionarios de cada turno.

Debe resaltarse la constitución de la Caja de Ayuda Social de Pamer, constituida por los empleados y obreros de la fábrica el 10 de julio de 1960, con personería jurídica, que brinda a aquellos y al personal jubilado, beneficios para mejora de su salud y calidad de vida mediante subsidios por jornales perdidos por enfermedad, por nacimiento de hijos, por fallecimiento y facilitando órdenes de compra en distintos comercios del medio. Se subsidia también a quienes al jubilarse deben esperar meses antes de recibir su monto jubilatorio.

El gremio posee en propiedad una hermosa casa en calle de Castro y Careaga donde se reúnen asociados y familiares de los mismos, en acontecimientos sociales, reuniones gremiales, práctica de deportes, siendo ejemplo de solidaridad y de convivencia ciudadana.

En la entrada del Barrio 33 se erige también un núcleo de viviendas levantadas a través de Inve que originalmente estaban destinadas a personal obrero de la fábrica.

Nos permitimos aquí, por tocarnos en lo personal, recordar a una jubilada especial que brindó la mayor parte de su vida laboral a esa empresa, doña Blanca González Lima de Miquelerena, hoy con 92 años de edad, quien antes de ingresar a la fábrica amparó y apoyó los primeros pasos de quien esto escribe y con quien aparece en estas fotos.

(Agradecemos a José Luis Bastos, jubilado de esa empresa, por brindarnos valiosos datos y fotografías que complementados con los obtenidos de prensa de la época, han sido útiles para realizar esta nota).