La buena cosecha de uva que se alcanzó este año choca con un cambio en el hábito de consumo de los uruguayos, que cada vez eligen menos al vino como bebida predilecta. Estos factores sumado a la baja rentabilidad por los costos de producción, que complican para competir en precio en los mercados internacionales, hacen que el sector vitivinícola se encuentre "en una situación límite" al tener un sobrestock que no puede colocar.
Esa realidad quedó expuesta en dos sesiones de la Comisión de Industria de Diputados (13 de marzo y 18 de abril), a donde acudieron representantes del sector y del gobierno.
"Este es un año muy especial para el sector productivo y, sobre todo, para el vitivinícola, ya que quizá sea el mejor en materia de calidad y de mejoramiento de la uva en estos primeros 18 años de este siglo", sin embargo hay "un problema importante de rentabilidad" en las bodegas, dijo en el Parlamento el diputado blanco Richard Charamelo, también empresario del rubro.
Explicó que varios factores "han contribuido a que el vino tenga una gráfica descendente en cuanto a las ventas" y exista un sobrestock: desde el cambio de hábito de los uruguayos que hizo caer el consumo interno, a la competencia con productos importados y también mencionó "la tolerancia cero (para los conductores) que hace que antes de tomar un vino mucha gente lo piense".
Según Charamelo, ese remanente de producción —que estimó en unos 35 millones de litros de la cosecha actual y otros 20 millones "que se vienen arrastrando" desde 2013— "necesitamos exportarlo" y ahí también aparecen "problemas" para los bodegueros.
"Cuando uno va a exportar, debe ponerse a competir con otros que están en la misma situación que nosotros; y tenemos nuestros costos, que son diferentes al de otros. Por eso, para que nos compren a nosotros tendríamos que darles algo muy superior, y ese no es el caso: por lo tanto, competimos a precio", señaló el legislador y remarcó que la forma de ser competitivos es otorgar un subsidio que vienen reclamando los bodegueros de $ 2 por litro de vino elaborado con destino a la exportación.
El director de Industria, José Luis Heijo, respondió que ese tipo de incentivos a la exportación —"ya sea créditos subsidiados, apoyos directos, préstamos reembolsables", mencionó— son asignados por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y que deberían usarse para "generar una capacidad de competir y de ganar mercados que después se sustente por sí misma".
Al tiempo que el subsecretario de Industria, Guillermo Monchecchi, indicó que el Instituto Nacional de Vitivinicultura (Inavi) —que tiene representantes del sector público y privado— "ha estado trabajando con los productores" y la Junta Nacional de la Granja les entregó una propuesta para darle fondos reembolsables que fue rechazada.
Charamelo planteó que el subsidio solicitado no supera los US$ 2 millones y permitiría a los bodegueros al menos "empardar gastos". Advirtió que de la exportación de ese vino remanente "dependerá si muchos establecimientos vitivinícolas cierran o no".
Por otra parte, Heijo analizó que el sector "se basa principalmente en el mercado interno" ya que exporta solamente el 10% de su producción, y que "los mecanismos de protección (de los vinos locales) funcionan bastante bien" ya que por ejemplo no aumentaron significativamente las importaciones. Ubicó el problema de las ventas en "un cambio cultural" que hace que "cada vez se tome menos vino", pero subrayó que "revertir esto no es algo que esté en manos del gobierno".
En este escenario, el director de Industria precisó que la apuesta debe ser "ganar mercados externos para colocar la producción y desagotar esos stocks que se vienen arrastrando". También identificó como un mercado "a explotar" el de la uva como fruta, que acapara el 36% de la producción vitivinícola del mundo y está creciendo (años atrás era el 24%).
Mientras que Gustavo Redín, representante de la Organización Nacional de Vinicultores en el Inavi, resumió así "la crisis que viven muchas empresas pequeñas y medianas productoras de uva o de vino": al ser mayor la oferta de "lo que se consume a nivel nacional y lo que se exporta, entramos en un mecanismo de sobreoferta, por lo que los precios de la materia prima, ya sea de la uva o del vino a granel, se destruyen" hasta quedar "por debajo de los costos de producción".
Dicha situación favorece a "las empresas que tienen marca porque compran los vinos muy baratos y venden a buen precio". Redín sentenció que los inconvenientes del sector sólo se solucionarán cuando se alcance "un equilibrio", es decir se produzca "una cantidad parecida a la que vendemos".