Se cumple hoy el primer aniversario de la desaparición física de Carlos Luque, cuya partida nos privó de la exquisitez de su persona, así como de su dedicación al trabajo que durante años realizó en la faz administrativa de nuestro diario.
La fecha vuelve a reavivar la memoria de su personalidad que inexorablemente el paso del tiempo pretende ir borrando, para dar lugar a nuevos avatares en un mundo cada vez más ansioso que nos hace sorprender de que ya haya transcurrido un año.
Se llevó con él miles de lecturas, experiencias, conocimientos en música, historia, tecnología, arte y sobre todo su condición clave: la curiosidad que lo llevó a desarmar y armar, investigar y conservar objetos, artículos y fechas en una maravillosa combinación de quien siente admiración y respeto por el mundo que lo rodea y por lo que crean y opinan los demás.
En su descanso tiene la recompensa por el desgaste de las horas, pero para personas como él su partida parece un desperdicio de conocimientos adquiridos. Haya paz eterna.