El año que recién termina y el anterior fueron muy movidos en cuanto a noticias al respecto, pasamos de momentos de algarabía y entusiasmo desde el gobierno a decepciones posteriores, de reuniones de ex presidentes para definir políticas de hidrocarburos a videos viralizados de pozos de búsqueda abandonados en Paysandú. Al entusiasmo oficial le siguieron críticas políticas que lo que buscaba el gobierno era dar al menos una buena noticia, y también se oyeron voces críticas de grupos ambientalistas previendo problemas de posible contaminación.
Sin embargo, desde el punto de vista económico parecería evidente que encontrar recursos naturales en el país solo puede ser una buena noticia, más aún si es petróleo, recordemos que muchos encuentran en su ausencia la explicación de porqué tenemos de los combustibles más caros del mundo.
Encontrar recursos naturales valiosos y comercializables sería una fuente de ingresos nueva y relevante para el país, pero también esconde grandes riesgos para la economía en su conjunto que intentaremos detallar en los párrafos siguientes.
El ex presidente Mujica dijo que sería bueno encontrar petróleo pero que no sea mucha cantidad porque no le ha ido bien a esos países (deduzco que se refiere a Venezuela), sin embargo otros países con grandes reservas petroleras han tenido diferentes consecuencias para su desarrollo, por ejemplo algunas regiones de los Emiratos Árabes o incluso países de los más desarrollados del mundo como Noruega.
Enfermedad Holandesa, la revista Londinense The Economist fue la que acuño el termino al estudiar el proceso económico ocurrido en los países bajos unos años antes, refiere a la experiencia que sufrió Holanda en la décadas del 60 y 70, y que ha servido como evidencia empírica de que aquello que a prima facie puede producir auspicios de éxito termine siendo nefasto para el interés general y para el desarrollo económico del país. Se descubrieron en el mar del norte grandes yacimientos de gas natural de cuya explotación se logró una gran producción y exportaciones millonarias. El ingreso masivo de nuevas divisas tuvo un primer efecto lógico que fue desvalorizar el dólar, el florin neerlandés (moneda Holandesa de la época) se apreció y por lo tanto el resto de la producción exportadora, la manufacturera y la agroindustrial, experimentaron una gran y repentina pérdida de competitividad sumado a problemas de rentabilidad. Es decir, por un mismo producto exportado obtenían menos florines con los que luego debían hacer frente a los mismos costos de producción que antes (materia prima, energía, laborales, etc.), y para colmo al abaratarse el dólar aumentan las importaciones en detrimento de la producción nacional al ingresar productos más baratos medidos en florines.
Asimismo, ese ingreso masivo de divisas presiona al resto de los precios de la economía, tanto productos de consumo como también a los salarios, generando inflación, y por lo tanto complicando aún más la competitividad internacional de todo lo que no fuera la explotación del recurso natural descubierto.
Al final de cuentas y en poco tiempo el país puede quedar con el resto de la industria desmantelada, con problemas de inflación, en general también de empleo, y el bienestar de la economía dependiendo del precio internacional de un solo producto, que obviamente no controlamos.
He intentado resistirme a mencionar a Venezuela como un ejemplo del padecimiento de la enfermedad Holandesa, porque si bien en cierta medida lo es, lamentablemente han ocurrido otros hechos que han perjudicado más a la economía que solo depender del petróleo y destrozar la cadena productiva, y han hecho parecer a la enfermedad holandesa como un simple resfrío.
Surge claro que cuanto más pequeña es la economía y más dependa de las exportaciones mayor será el peligro de contraer esa “enfermedad”, es indudable que pertenecemos a la población de riesgo. La experiencia de lo sucedido en las discusiones presupuestales en los últimos años nos hace bastante fácil de imaginar el escenario post explotación comercial de petróleo, organizaciones sociales, gremiales, y de las que se nos ocurran, reclamando más y más presupuesto incluso a cuenta de futuros ingresos, y allí comenzaría el círculo vicioso del descalabro.
Si bien hay experiencias positivas y recetas para luchar contra la enfermedad que comentamos, me temo que sería muy difícil para los gobernantes de turno controlar la voracidad por más recursos, la ansiedad y las presiones que el oro negro produciría.
(Los comentarios son de índole personal y no comprometen la opinión de ninguna Organización)