En los últimos 30 años, la economía uruguaya ha transitado por diversos períodos de auge y crisis. En particular, se pueden diferenciar tres: crecimiento sostenido durante la década de los 90, crisis económica desde 1999 y recuperación y posterior crecimiento desde 2003 en adelante.
"En el mercado laboral, el crecimiento de los 90 no repercutió en un menor desempleo, pero sí se verificó un incremento relativo de los asalariados privados respecto a los públicos. Durante la crisis, el desempleo reaccionó de forma marcadamente contracíclica alcanzando niveles muy elevados (17% en 2002, país urbano), evidenciándose asimismo un cambio en la composición del empleo, con un crecimiento relativo de los cuentapropistas sin local, en detrimento fundamentalmente de los asalariados privados", destacó el estudio "Informalidad y actividad económica en Uruguay. Una mirada de largo plazo", de la técnica del Banco Central, María Fernanda Maillot.
Luego, "la tasa de empleo acompaña el proceso de recuperación del Producto Interno Bruto (PIB) en los primeros años, repercutiendo en una disminución del desempleo, mientras que a partir de 2010 comienza a verificarse un distanciamiento en el ritmo de crecimiento de ambos, con un aumento continuado del PIB y un estancamiento del nivel de empleo. Nuevamente, en la composición del empleo han ocurrido cambios, en particular se destaca el crecimiento relativo de los asalariados privados y los cuentapropistas con local, fundamentalmente en detrimento de los cuentapropistas sin local y en menor medida, los asalariados públicos", añadió.
El trabajó mostró que "la informalidad desde una perspectiva productiva y legalista muestra cierta estabilidad desde mediados de los 80 y durante la década de los 90. Pero comienzos de siglo la informalidad aproximada por ambas definiciones parece reaccionar de forma contracíclica ante la crisis, situándose en los niveles más elevados del período, para luego reaccionar a la baja durante el período de crecimiento económico, con mayor rezago de la informalidad productiva y de forma más pronunciada la informalidad legalista, estabilizándose en los últimos años".
De acuerdo al estudio, "durante los últimos 30 años la relación de largo plazo entre el empleo informal y el nivel de actividad en Uruguay ha sido negativa cuando se aproxima la informalidad a través de un enfoque productivo y de desprotección social".
"Sin embargo, este resultado esconde un comportamiento dispar al interior de las categorías ocupacionales que lo componen ya que, del estudio de los cuentapropistas, se desprende que los cuenta propia con local se vinculan positivamente con el nivel de actividad económica, lo cual plantea la interrogante sobre la lógica a la que responde este subgrupo de ocupados, que no parece ser asimilable directamente al concepto de informalidad productiva", expresó.
"En este sentido, de la caracterización de estos trabajadores se desprende que en ciertos aspectos, tales como el mayor nivel educativo, edad promedio más elevada, ingresos horarios superiores y mayor cantidad de horas trabajadas, este grupo se diferencia del resto de los informales, en particular de los legalistas y cuentapropistas sin local", agregó Maillot. "Este vínculo sugiere que para este subconjunto de ocupados se cumpliría entonces la hipótesis de mercados integrados, por lo que los trabajadores que tienen intenciones de transitar hacia un empleo independiente, esperarán por los momentos de expansión económica, operando los incentivos opuestos durante las crisis", señaló la autora.
"Si al menos una parte de estos ocupados se mantiene en esta categoría de forma voluntaria, las políticas para este grupo deben diferenciarse de aquellas dirigidas a informales productivos, legalistas y cuenta propia sin local, y podrían concentrarse por ejemplo en mejorar la cobertura de la seguridad social, incrementar su productividad (a través de programas de capacitación), o facilitarles el acceso a nuevas tecnologías que les permitan ser más competitivos", sugirió.
Además, "este resultado cuestiona las visiones en las que el sector informal constituye un sector residual desventajoso que no contribuye al crecimiento económico, confirmándose en las simulaciones de impulso-respuesta realizadas que un shock en el empleo por cuenta propia con local tiene un efecto positivo sobre el PIB", concluyó.